Este año, el Festival Grec de Barcelona, entre otros, presenta el clásico de Calderon de la Barca La vida es sueño, en un montaje coproducido por la Compañía Nacional de Teatro Clásico de Madrid, Lazona y Cheek by Jowl, la compañía que lideran Declan Donnellan y Nick Ormerod quienes también se encargan de la adaptación en esta ocasión.
No es nueva la presencia de ambas compañías de teatro (tanto la inglesa como la española) en el festival catalán, puesto que en ediciones anteriores ya participaron con otros clásicos como Measure for measure, Ubú Rey o El burlador de Sevilla.
Para La vida es sueño, Declan Donnellan dirige a un elenco de nueve actores de la CNTC y revisita la obra que el autor estrenó en el 1635, donde Segismundo es usado como eje principal para dar vida al debate sobre el libre albedrío del ser humano y la predestinación. ¿Es el hombre capaz de forjar su propio destino o está este ya escrito de forma inamovible? Mezclando drama, platonismo y religión (entre otros), Calderón de la Barca creó una historia con final feliz que casi 400 años después aún sigue vigente.
Un estilo moderno, con pequeños tintes de vodevil y cabaret, donde el Cuanto le gusta de Carmen Miranda actúa como hilo conductor entre la realidad y el sueño, la locura y la cordura durante las dos horas que dura el montaje. Una escenografía desnuda, una potente iluminación, a cargo de Ganecha Gil (sobre todo en la parte de la guerra entre Segismundo y su padre), un muro con nueve puertas que se abren y se cierran para dar paso a los personajes y un vestuario contemporáneo son los elementos básicos que se usan para permitir que toda la relevancia recaiga sobre texto y actores. Y la ruptura de la cuarta pared en varias ocasiones, con una pequeña interacción de algún personaje con el público del Grec, que representa al pueblo polaco, le da un toque de magnitud que hace el proyecto muy atractivo.
Alfredo Noval interpreta a ese Segismundo encerrado desde que nació en una prisión, que se siente como una bestia, incomprendido, que finalmente descubre sus orígenes y que reacciona a esa revelación. No tengo dudas en admitir que Noval, aparte del protagonista, es el alma de la función. Independientemente de tener un papel agradecido, Noval se deja la piel en sacarlo adelante con un rotundo éxito. Nos hace reír, nos hace reflexionar y lo hace mirando al espectador a los ojos. Consigue una cercanía absoluta a pesar de interpretar ante una platea de 1900 asientos. Se desmorona y se envalentona, pasando de un registro a otro de forma natural y de principio a fin, no se aprecian ni gestos ni líneas forzados.
Ernesto Arias, en el papel de Basilio, el rey y padre de Segismundo es otro de los platos fuertes de la noche. Interpreta el miedo, la tiranía, la tristeza a una escala que está a la altura del montaje de Donnellan. Y a destacar, también, las interpretaciones de Rebeca Matellan y Goizalde Núñez, como Rosaura y Clarín, que llevan un fuerte peso de la función.
Para completar el elenco, no podemos dejar sin mencionar a David Luque, Irene Serrano, Prince Ezeanyim, Antonio Prieto y Manuel Moya, todos ellos de igual manera haciendo un trabajo a la altura.
Admito, desde hace mucho, que tengo debilidad por el teatro catalán; me parece de una excelente calidad en muchos aspectos artísticos y técnicos. Pero me parece imprescindible tener la posibilidad de visitar el teatro que se realiza fuera de aquí. Y si uno no tiene la posibilidad de ver con cierta continuidad teatro de otros lugares, está más que bien que te lo traigan a casa. Se impone como una necesidad para abrir tu mente a otras visiones y para el enriquecimiento personal. Y el Grec Festival de Barcelona así lo entiende cuando nos brinda esta oportunidad en su 47ª edición.
Crítica realizada por Diana Limones