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03.07.2023 Críticas  
De ligues y de justicia

Barcelona ya está llena de Grec 2023, y entre las múltiples propuestas teatrales hay una en el Teatre Akadèmia que se abre la camisa, se pone las mallas y se echa a volar… o cuanto menos a correr para defender a los inocentes y luchar contra los malvados. Si te suena muy a cómic de justicieros enmascarados, has acertado: bienvenido a La Chispa.

Marc Angelet (Immortal, #Lifespoiler) sigue visitando mitos y lugares pop, y firma en esta ocasión la historia de tres amigos que llevan una pequeña tienda de cómics. Sus problemas personales y su visión personal de los superhéroes que pueblan el papel llegarán a otro nivel con la llegada de una extraña chica y… oh, ¿hemos dicho ya que hay un justiciero dando vueltas por Barcelona?

La Chispa condensa en poco más de una hora varias historias (con flashbacks y flashforwards) que confluyen en una sola, como si de una serie limitada se tratara: las motivaciones personales, los anhelos, las fantasías de poder, el concepto del justiciero y la relación de todo eso con el mundo real que nos rodea en 2023. Hay ethos y hay pathos, pero sobre todo hay un planteamiento del superhéroe que se va alejando de la concepción cuatricomática clásica de detener al criminal y, para «salvar al inocente», aboga por una acción previsora más cercana a V de Vendetta que a la Liga de la Justicia, que conecta con el hartazgo social frente a los abusos del poder político.

Nuria Orellana encarna a la dueña de la tienda, la hija de familia rica que ha puesto el dinero para que sus amigos frikis puedan cumplir su sueño. Acostumbrada a salirse con la suya y con un alma inquieta, acomodada pero que necesita fastidiar a alguien. En contraposición, Lluís Català interpreta al friki más acérrimo, idealista pero de ideas cerradas. Son un mundo práctico frente a un mundo de sueños. Entre ambos, Miguel Gómez, novio de una, mejor amigo del otro, neutral con una vena romántica, bienintencionado pero un tanto reaccionario. Y el personaje catalizador de Maria Frias, verdadero vértice alrededor de quien giran todos y que, al venir de fuera de la tienda, abre las puertas a posibilidades inesperadas para todos y dispara la catarsis.

Sebastià Brosa construye un espacio escénico muy creíble que nos lleva al interior de la tienda de cómics aprovechando todas las particularidades del Akadèmia. Eso facilita a todos los actores meterse en sus papeles para responder a las directrices que marcan tanto el texto como la dirección de Iban Beltran y Ana Pérez García, y que desgranan puntos de vista personales por doquier: un ejemplo, los personajes hablan en catalán entre ellos y en castellano con la policía. Otro: cuando las referencias pop escapan de los lugares más comunes (Star Wars, Superman o Batman), las elecciones de frases o películas escapan un poco de la edad de los intérpretes y se situan más en las de los autores. Con un ritmo endiablado y cambios temporales que son, sin embargo, fácilmente comprensibles una vez se establecen los patrones escénicos de la propuesta.

No hace falta saber mucho de cómics ni de superhéroes para disfrutar de esta obra de nueva creación que nos trae el Teatre Akadèmia. Es un soplo de aire fresco que se atreve a hablar con lengua pop y punto de vista personal, que plantea la presencia de justicieros en nuestras calles, pero que está hablando del amor en tiempos de Tinder, de agitación social, abuso policial y de propuestas políticas perversas. Real como la vida misma.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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