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23.06.2023 Críticas  
O vienes conmigo o vienes conmigo

La Sala Joven del Teatro Quique San Francisco de Madrid ha acogido los pasados días Yellow Moon: La balada de Leila y Lee, del dramaturgo y director escocés David Greig, una huida hacia adelante de dos jóvenes en busca de un sentido para su existencia.

Lee, «El Venao´» (Raúl Pulido) vive con su madre (Savitri Ceballos) y el novio de esta, Billy (Juan Ceacero). Una noche coincide en el 24h con la silenciosa Leila (Paloma Córdoba) y la invita a beber en el cementerio. Lo que ocurre a continuación es el pistoletazo de salida para una huida hacia las montañas en busca del padre de Lee, del que solo conserva una postal y su intocable gorra.

La sencilla escenografía de Pablo Menor Palomo y discreto espacio sonoro de Pepe Alacid acentúan la interpretación del elenco, pilares fundamentales de una historia árida y fría como ese bosque en el que buscan refugio. El Frank de Juan Ceacero y la Holly de Savitri Ceballos eclipsan este Yellow Moon en el que los Leila y Lee de Raúl Pulido y Paloma Córdoba quedan en la penumbra, a pesar de las buenas interpretaciones dirigidas por Beatriz Jaén. Los ticks y lenguaje corporal de Pulido son carismáticos, al igual que sostener todo ese personaje silente de Córdoba y no terminar olvidada, pero precisamente en este caso el histrionismo que tan bien le viene a esta odisea escocesa se come a la naturalidad de las interpretaciones del dúo protagonista.

Los personajes en los márgenes de los dramas de la pérfida Albión son siempre magnéticos, como Johnny Byron «El Gallo» del Jerusalem de Jez Butterworth, el Ricardo III de William Shakespeare; o Maureen, La reina de belleza de Leenane de Martin McDonagh, y ese poder lo tiene el Frank de Yellow Moon, un hombre alcohólico, huido, refugiado en el blues y al cuidado de un caserón tras el cual oculta su presencia al mundo. Un lugar de recreo para otros, donde Lee y Leila alimentan su fantasía de pertenencia a un mundo al que no pueden aspirar ya en sus vidas. Tres personajes en busca de cuidados, no ya de cariño, queriendo dejar de ser invisible una, y de ser el foco de todos los males los otros.

Que lo trágico sea magnético, como cantaban Circodelia, y que la violencia y el drama sea algo casi genético e inevitable en las vidas de sus personajes es triste pero absolutamente real, en un país donde 3 de cada 4 niños viven bajo el umbral de la pobreza, según datos de hace un par de años. La pobreza y la precariedad son males endémicos que se pasan de generación en generación, como Lee, su madre y Frank, condenados a vivir al margen y cuya red de apoyo se basa en la venta de alcohol en los off license 24h.

Yellow Moon: la balada de Leila y Lee es un montaje interesante, sencillo y efectivo, que hubiese disfrutado más si la duración hubiese sido inferior, los teléfonos apagados en la sala, y una señora impertinente no se hubiese dedicado a mover con furia un abanico ante la insuficiente climatización del espacio.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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