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12.06.2023 Críticas  
La ficha de personaje de Fernando Pessoa

Pep Tosar vuelve al Teatre Romea de Barcelona para contarnos la vida de uno de los grandes poetas del siglo XX empleando la palabra, la música, el movimiento y el documental. En este caso, con El fingidor, la del poliédrico genio portugués Fernando Pessoa. Y con una novedad: sustituyendo la danza por las acrobacias circenses.

La estructura le es ya familiar a Pep Tosar, para quien es el quinto espectáculo de este tipo, tras los dedicados a Blai Bonet, Damià Huguet, Guillem d’Efak y Federico Garcia Lorca. El espectador que lo descubra ahora, sin embargo, se llevará una interesante sorpresa: El fingidor es un espectáculo multimedia que reúne textos del propio Pessoa y de los que le conocieron, canciones, y un didáctico documental de entrevistas e imágenes que nos sumergen en la época, los lugares y la literatura. Y ahora, además, circo.

Pep Tosar cuando nos habla por boca de los textos del portugués es Pessoa. Como lo son Tomeu Amer y Griselda Juncà equilibrándose el uno sobre el otro, o en el trapecio, o en la rueda, o sobre precarias y casi imposibles escaleras. Hay Pessoa en las canciones de Elisabet Raspall y Joana Gomila, incluso cuando vienen de canciones que él no llegó a escuchar jamás, evocando emociones y metáforas vitales.

Lo cerebral del documental, realizado por Agustí Torres, y lo vital y múltiple de la obra, coescrita y codirigida por Evelyn Arévalo, se conjugan, dándonos una visión 360º del artista y la persona. Y prestando una atención muy importante a su infancia, lo que siempre es interesante pero que en el caso de Pessoa resulta esencial. Porque al fin y al cabo, Pessoa empezó a jugar y convirtió aquel juego no ya en profesión sino en su hecho diferencial, el de sus heterónimos, aquellas voces distintas en las que multiplicó sus versos.

Pessoa es el poeta de Lisboa y del desasosiego, sí, pero sobre todo es el poeta que desaparece en sus versos para dar voz a otras personas que hay en su interior. Es el jugador de rol capaz de encarnar personajes distintos con sus opiniones diferentes a las propias, incluso opuestas, y actuar en consecuencia. Es el hombre capaz no solo de inventarse a los compañeros de una escuela poética inexistente, sino incluso a su maestro: y si Pessoa es capaz de trascenderse, e incluso desaparecer en sus alter egos, es por el niño que fue. Los equilibrios circenses lo transforman en un juego físico, ser y desaparecer en la proeza, lograr lo que nadie con pasmosa facilidad.

Y en realidad Tosar lleva, con todo este ciclo de espectáculos, jugando desde el principio un poco a Pessoa, hable de Bonet, de Huguet, de D’Efak o de Lorca. Se multiplica disolviéndose en todas las voces del espectáculo para acabar ofreciendo a los espectadores una visión más auténtica, entrañable y cercana, de una única persona. Un Pessoa que al salir del teatro resulta para todos real, palpable, familiar. Auténtico, misterioso y genial. Solitario entre sus amigos, dañado y desubicado. Incomprendido, a sabiendas. Pero siempre, y ante todo, juguetón.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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