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07.06.2023 Críticas  
Siglo de oro en femenino

La Compañía Nacional de Teatro Clásico recupera una de las pocas voces femeninas de nuestro siglo de oro, Ana Caro de Mallén, rescatándola del olvido. Valor, agravio y mujer en la sala principal del Teatro de la Comedia de Madrid nos muestra una perspectiva diferente de las comedias de capa y espada.

Ana Caro de Mallén es, en palabras de Juana Escabias responsable de la versión y estudiosa de su obra, la mejor dramaturga del siglo de oro en España. Una mujer que nació esclava, pero tuvo acceso a una extraordinaria formación cultural, tras ser adoptada por una familia noble muy vinculada a la corte de Felipe IV.

Caro de Mallén despuntó como poetisa y dramaturga con un estilo claramente diferenciado de otros escritores de su tiempo. En su obra respeta el estilo, el tono y la estructura del teatro barroco pero eludiendo los tópicos de género y clase social propios de este siglo, para ofrecernos a mujeres protagonistas capaces de empuñar las armas en reparación de su propio honor.

Lamentablemente apenas se conserva obra escrita de esta dramaturga, pero a la vista de este pequeño ejemplo podemos suponer la dimensión de esta pérdida. Valor, agravio y mujer sin tener un mensaje específicamente reivindicativo resulta ser una obra de fondo feminista. Su protagonista, Doña Leonor Ribera, es una mujer deshonrada y agraviada que decide perseguir a su Don Juan burlador hasta Flandes y allí, travestida de hombre, restaurar su honra. Doña Leonor dinamita su rol de género y rompe con los límites que la sociedad le impone como mujer. Es autosuficiente y completamente dueña de su destino y será ella quien se burle de Don Juan, demostrándose que ya no necesita matar al que la agravió, porque ha entendido en el proceso que ella misma es capaz de restaurar su propia dignidad.

Una obra de bordes femeninos tan sutiles requería una dirección que apreciase esos contornos y ha encontrado en las manos de Beatriz Argüello la medida perfecta. Argüello ha sabido orquestar un grupo de profesionales que han elevado el montaje a un espectáculo de belleza pictórica y agilidad cinematográfica, en el que los versos de Caro de Mallén se crecen.

Todo lo que se propone merece ser destacado. Para empezar los nueve actores en escena que dicen el verso con excelente cadencia y énfasis. En este sentido es un auténtico placer para los sentidos el trabajo que hacen los dos protagonistas Julia Piera y Pablo Gómez-Pando. Ambos además se enfrentan a extraordinarias coreografías de esgrima que desarrollan con una fluidez casi espontánea. El desarrollo de estas escenas, bajo la dirección de Jesús Esperanza, maestro de esgrima, componen uno de los grandes aciertos de este montaje. Son momentos en los que todo el elemento artístico inteligentemente se simplifica en favor del movimiento ofreciéndonos una escena de gran impacto visual que nos hace recordar la agilidad escénica de una película.

Finalmente, junto a Pablo y Julia, Lucía Barrado, Jesús Hierónides, Ignacio Jiménez , Natalia Llorente, Luis Moreno, Paco Pozo y Sol Vicente completan el elenco sumando gran solvencia interpretrativa.

El equipo artístico, también en clave femenina, es sobresaliente. La escenografía de Carolina González, inspirada en tablas Brueghel y Rubens, compone escenas de una plasticidad bellísima en la que pocos, pero versátiles, recursos nos invitan a entrar con un sugestivo poder pictórico en una época y un lugar inconfundibles. Es necesario alabar el preciosismo de algunas escenas que sorprenden por su inteligente resolución. Este es el caso del gabinete de pintura o las muy sobresalientes escenas nocturnas en las que la iluminación de Paloma Parra aporta la atmósfera exacta y vibrante para los dinámicos duelos de espada. El vestuario de Rosa García-Andújar cierra el círculo con un diseño de inspiración flamenca y barroca que se aleja de las convenciones coqueteando con ellas.

Valor, agravio y mujer es una oportunidad rara y satisfactoria de aproximarnos a una autora en la que reconocemos el enredo de la capa y la espada, la estructura barroca y el verso culto, pero contemplado desde una perspectiva nueva e inusualmente moderna. Una obra que requería un montaje igualmente atrevido que ha encontrado en la dirección de Beatriz Argüello la forma precisa para brillar.

Crítica realizada por Diana Rivera

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