El Teatro Lagrada de Madrid ha acogido La verdadera identidad de Madame Duval, de Antonio Miguel Morales Montoro, una obra XII Premio de El Espéctaculo Teatral que nos invita a un ameno paseo por los años de exilio de Victoria Kent.
Más que la historia de Victoria Kent, o de Madame Duval -su identidad francesa-, es la historia de las personas que hubo detrás de esa identidad y que hicieron posible que la abogada malagueña resurgiera de sus cenizas. Segunda mujer en colegiarse como abogada en España, primera en ejercer en un tribunal militar y una de las tres diputadas de la Segunda República, junto con Clara Campoamor y Margarita Nelken. Todo ello reducido a la nada tras su exilio a París, Adèle de Blonay fue una de las primeras compañeras en ayudarla a salir de la tristeza y la nostalgia para construir una nueva vida. Después, pasarán Neus Ribó, Carmela y Louise Crane. Un verdadero ejemplo de sororidad donde todas se acompañan en su lucha por sobrevivir.
La obra está narrada a ritmo de cuento, el que Victoria le recuerda a Louise, que padece demencia, lo que sucedió con Madame Duval. Las protagonistas son las amigas, las que ayudan a embellecer los malos recuerdos. La financiación de Ibérica por parte de Louise, los ánimos de Neus, los consejos de Adèle de Blonay y los escritos de Carmela son las grandes muestras de amistad que llenan la vida de Kent.
Neus Ribó, un nombre que no aparece en ningún lugar y que realmente no hace referencia a una identidad real. A diferencia de Adèle de Blonay y Louise Crane, Neus es un personaje ficticio. Sin embargo, representa un suceso real, el de los más de 30.000 niños que fueron desterrados, como el que narra con su pequeña Rafaela. También, se pone en la piel de las mujeres que fueron violadas y agredidas sistemáticamente como arma de violencia física y psicológica.
En la tormentosa vida de Victoria también hubo tiempo para el amor. Pese a que se representa de forma muy sutil, Louise Crane y Victoria Kent fueron paraje sentimental desde su llegada a Nueva York hasta su muerte. El emotivo baile final entre las dos romantiza una relación sentimental que se vestía de amistad.
París y Nueva York son los escenarios de la obra, pocos elementos escénicos y una pizarra indican los cambios de fecha y localización. En este caso, la austeridad es un acierto. El texto es el foco y no hay nada que distraiga o perturbe las conversaciones. María Diaz y Nuria Alloza dignifican el trabajo de Ortzadar Producciones y consiguen que de un pequeño teatro salgan grandes interpretaciones que no sobreactúan el dolor y demuestran una perfecta sincronía. Sin conocer si la culpa es de una preferencia del director o de una decisión de las actrices, se echa en falta reconocer el acento francés de Adèle o el catalán de Neus y, sobre todo, el andaluz de Victoria Kent.
La memoria es frágil en nuestro país, especialmente con las mujeres. La verdadera identidad de Madame Duval combate al olvido desde una historia que, despojada de soflamas ideológicas, narra el dolor y el sufrimiento de las que intentaron caminar hacia adelante. También, es un homenaje a las que sobrevivieron con dignidad en el exilio. Y, de alguna manera, una llamada de atención para que giremos la mirada a lo que sucede en nuestros días porque las victorias de hoy están un poco más lejos de nuestras fronteras.
Crítica realizada por Esperanza Hernández