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02.05.2023 Críticas  
En busca de la felicidad

Una terapia integral es una comedia, dirigida por Cristina Clemente y Marc Angelet, que combina cocina y humor sobre las tablas del Teatro Fígaro de Madrid. Una propuesta fresca que hace las delicias de un público que acude para pasar un buen rato y olvidarse de los problemas cotidianos.

Son ya bastantes los días consecutivos con temperaturas por encima de lo normal en la mayor parte de nuestro país. Y la tendencia parece que va a continuar por lo que ¿qué mejor plan que sentarse y dejarse contagiar por el toque de frescura de Una terapia peligrosa? Se trata de una comedia amable y sin grandes pretensiones que llega muy fácilmente a los espectadores y espectadoras cuestionando la necesidad de creer en algo que ayude a encontrar sentido a nuestras caóticas vidas. Tres alumnos acuden a un obrador cuyos cursos se han vuelto famosos por los logros obtenidos que van mucho más allá de aprender a elaborar pan, cuestión que se convierte en una mera excusa para profundizar en los problemas de cada asistente. El tono humorístico es sutil porque también pretende hacernos reflexionar sobre la insaciable búsqueda de la felicidad mientras se critica el dichoso negocio de ciertas prácticas de dudosa procedencia que poco o nada están relacionadas con la salud mental.

Sin lugar a dudas, uno de los alicientes para ver Una terapia integral es la actuación de Marta Poveda que borda el papel de Laura. Su tono de voz y su presencia escénica atrapan desde el primer momento. La actriz dota a su personaje de misterio, fragilidad y ternura, cualidades con las que el público empatiza rápidamente gracias a su inmejorable trabajo interpretativo. Completan el reparto César Camino, Esther Ortega y Antonio Molero. El primero está fantástico en la piel de una persona que vive bajo el engaño del coaching coercitivo y las terapias de superación personal y espiritual. El actor muestra un fabuloso abanico empezando por la comedia, pasando por la desesperación, hasta terminar en el delirio absoluto. Esther Ortega refleja a la perfección la rigidez y la soledad de su personaje rico en matices. Y, por último, Antonio Molero se mete en la piel del panadero instructor y deja que fluyan multitud de sentimientos. Un cuarteto que se entrega y se compenetra, que sabe explotar sus virtudes y que nos regala un amplio repertorio de gestos y muecas. ¡Las actuaciones son un verdadero lujo!

La composición escenográfica, a cargo de José Novoa, entra por completo en consonancia con el juego de los personajes. Destacar también el diseño de luces de Sylvia Kuchinow porque ambos apartados -elementos materiales e iluminación- son fundamentales en este espectáculo donde también la música juega un papel muy importante.

Cristina Clemente y Marc Angelet han confeccionado un texto ágil y muy entretenido, con cuatro personajes maravillosamente construidos, y que funciona como el mecanismo de un reloj pero no desde el primer momento. En su inicio, Una terapia integral tiene momentos un tanto apagados o flojos de agudeza con un humor algo estereotipado pero que luego va mejorando con pequeñas cápsulas que dotan de un ritmo muy efectista a la propuesta. Y qué decir del sorprendente giro final que es recibido con entusiasmo por el público.

En definitiva, un pan apetitoso y estimulante que tiene bastante miga y que puede ser beneficioso para nuestra salud mental.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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