La adaptación de Jose Ramón Fernández del relato de Max Aub, La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, ha pasado brevemente por el Teatro del Barrio de Madrid para contarnos de cómo Ignacio Jurado Martínez libró a España de su dictador.
Ignacio Jurado Martínez (Alfonso Torregrosa) está cansado de escuchar las batallitas de los españoles que alternan en el café donde lleva 30 años siendo mesero titular. Españoles que llegan a México exiliados y arreglan su país en la distancia sorbiendo café, declamando insultos y gritando al camarero para que atienda sus demandas. Ignacio no ha necesitado tomar vacaciones en su vida, y lo hará para intentar recuperar la tranquilidad que tanto añora en su café: viajará a Madrid a matar a Franco.
Laura Ortega dirige en La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco a Alfonso Torregrosa, el amable y dedicado mesero que como si en el Café Español mismo estuviésemos, nos relata la historia de cómo matando a un perro pensó que se acabaría la rabia, pero de los ladradores mastines íberos no se pudo deshacer tan fácilmente. Inteligente movimiento de dirección e intérprete de no tirar de imitar el acento y que la palabra, el deje y decir sea la que transporte al público a México; la cadencia de Torregrosa, el mirar y el gesto son las claves para que se disfrute este montaje.
El acompañar al actor en escena con mesas dispuestas como si fuese un café, el círculo de serrín que conforma todo su mundo y que solo es abandonado para compartir la alegría, y al que vuelve para seguir lamentándose de la pesadilla exiliada que ocupan las mesas del café. En ese lugar, precisamente, ninguno éramos «de allí», y hasta el propio Ignacio Jurado Martínez decide también dejar de serlo, como ese movimiento migratorio forzoso que los vecinos de un lugar acometen cuando sus espacios dejan de ser seguros y son vendidos a la gentrificación: exiliados políticos, turistas depredadores, todos lo mismo a ojos del bueno de Ignacio Jurado Martínez.
Crítica realizada por Ismael Lomana
