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24.04.2023 Críticas  
I wonder how I wonder why

El nuevo proyecto de Jesús Torres, Premio Teatro 2019 Autor Exprés por Fundación SGAE por Puños de harina, se acaba de estrenar en Madrid en la Sala Mirador: El monstruo de White Roses, historia de un cautiverio en el sótano de una zapatería en un barrio de Ohio.

Harry Coleman (Víctor Palmero) sabe ver en los ojos de las personas lo que estos esconden, lo mismo que Emily Dawson (Lucía Diez), que vio aquel día en la zapatería familiar de Harry que en sus ojos había algo roto, sin poder anticipar que esa grieta en su mirada la sometería a un secuestro en el taller de zapatos.

El monstruo de White Roses, escrita y dirigida por Jesús Torres, nos vuelve a contar una historia que nace en los márgenes y que termina en primera plana, ya sea de los diarios o los programas de periodismo sensacionalista, como era ese boxeador gitano víctima del régimen nazi en Puños de harina. El anonimato, aquí de Emily, como lo era el de Rukeli y Saúl, es fagocitado por la maquinaria capitalista y juzgado por una sociedad que necesita consumir dramas y tragedias, historias que son deglutidas como un kebap a las 5am un domingo por la mañana, de las nadie se acordará al día siguiente.

Este montaje plantea un juego entre la esfera privada del ambiente mal ventilado de ese sótano de White Roses y la misma opresión del plató televisivo en el que Emily relata ese año haciendo los deberes, olvidando sus conocimientos más básicos, pero nunca el odio por esa ene-amiga que su padre siempre quiere que se quede en casa y que huele a pies sudados. La dirección de Torres es precisa, y los matices de la voluble adolescente que interpreta Lucía Diez están precisamente ejecutados; el Harry de Víctor Palmero, obsesivo y amable secuestrador, peca de naif y apocado, aunque esto se termine de entender en algún momento de la trama.

El monstruo de White Roses tiene una voluntad ambiciosa y clara de éxito comercial y de disfrute reflexión posterior. Aprecio mucho el esfuerzo y la consecución de un espectáculo al que solo le puedo achacar que es comercial, porque la factura técnica y creación artísticas están pulidas y bien trabajadas y ejecutadas, al igual que la interpretación, que dentro del código, ofrece todo lo que se espera de ella y atraerá a más público a la sala por ese boca-oreja que desgraciadamente no ocurre tanto como debiera.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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