Nueve años lleva Luis Bermejo interpretando a Amaro Junior en El minuto del payaso de José Ramón Fernández, con dirección de Fernando Soto, que ha vuelto en dos únicas fechas al Teatro del Barrio de Madrid.
Amaro Junior (Luis Bermejo) espera su momento en el festival homenaje al Circo. Le harán salir desde abajo, por una trampilla, y justo después de los caballos, que al menos no es tras el paso de los elefantes por la escena, quienes si no han sido paseados antes de su momento, toda la pista queda inundada de orina y eso no luce. Amaro Junior viene de casta circense, de su madre, La Mujer Forzuda, y de su padre, El Gran Amaro: como su abuelo, su bisabuelo, etcétera. Amaro Junior no quiere ser abofeteado, caerse de culo, pintarse la cara o vestir un traje heredado con brocado en plata y unicornios bordados en las perneras. Pero payaso uno no se hace, se nace, y este es su minuto.
Lo que para Lola Herrera es Cinco horas con Mario parece que es El minuto del payaso para Luis Bermejo quien ya tiene la medida tan cogida al personaje que puede permitirse ese juego con la audiencia, a la que se mete en el bolsillo desde que aparece a través de esos saquitos y maromas que conforman la escenografía de Mónica Borromello.
No me gusta el circo, ni me gustan los payasos, pero me gusta Luis Bermejo. Mucho. Es muy difícil que yo entre hasta el fondo en la propuesta, como si hace el resto del público, que ya va predispuesto a la risa y la diversión; pero es innegable que el arte de Bermejo me arrancó sonrisas con lo jodido que es un monólogo (aunque a mi me termine tirando más sus relatos de infancia y su amor adolescente por esa rusa domadora de caballos que le enseñó a decir «te quiero» en su idioma).
El minuto del payaso es todo un éxito que llena toda sala en la que se programe, y con una audiencia tan desprejuiciada como variopinta; me alegra que algo nacido casi como propuesta en los márgenes, y voluntad alternativa se convierta casi en un producto mainstream que acerque a todo aquel que no frecuenta el teatro. Luis Bermejo está espléndido y es todo un acierto que el Teatro del Barrio cuente con su reprogramación para reivindicar la risa, los cómicos, y todos aquellos artistas que, como Luis Bermejo, hacen olvidar durante un ratito la mierda del mundo allá afuera.
Crítica realizada por Ismael Lomana