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10.03.2023 Críticas  
¿Qué pasó con…?

Josep Maria Miró nos propone en La habitación blanca conectar a los adultos que somos con los niños que fuimos a través de la figura de una enigmática maestra. Una propuesta que acoge el Teatro Español de Madrid y en la que cuenta con Jon Arias, Paula Blanco, Lola Casamayor y Santi Marín.

El titulo hace referencia al espacio que en cualquier supermercado o centro comercial tienen reservado para llevar a esas personas que tienen a bien tomar un par de cremas de las estanterías y meterlas en el bolso sin intención alguna de pagarlas en caja. Un procedimiento común para el personal de seguridad, una situación a la que pueden estar más o menos habituados las Marnies, los cleptómanos y los amigos de lo ajeno. Pero la intriga surge cuando Carlos, que apenas lleva dos semanas trabajando en este destino, es apelado como antiguo alumno por la señora canosa cuya actitud resultó sospechosa según lo visto en las cámaras de seguridad. El presente calmado, y hasta con tintes de comedia entrañable, explota y el pasado surge de una manera insospechada.

La habitación blanca progresa moviéndose entre las sombras de la intriga y las sospechas del thriller. Surgirán dos antiguos compañeros de colegio, un hombre y una mujer que aprendieron a escribir y leer con esa maestra que ahora, tres décadas después, reaparece en sus vidas con ánimo aparente de instalarse en sus circunstancias. Una incertidumbre que evoluciona hacia la desazón como resultado de un nombre más, coetáneo de pupitre, que evocan, pero sin concretar qué relación tenían con él, qué recuerdo del mismo les surge en su memoria y qué pasó con él exactamente.

Miró estructura su texto a partir de la presencia de sus cuatro personajes en escena, en un escenario frío y aséptico, blanco y eléctrico, diseñado por Albert Pascual e iluminado por Xavi Gardés. Haciendo que los diálogos entre unos deriven entre otros nos traslada en el tiempo y, sobre todo, nos envuelve en la complejidad psicológica de lo que está sucediendo entre todos ellos. Una suspensión producto de que no se conocen las motivaciones del personaje de la señorita Mercedes, perfectamente encarnado por una sosegada y afectuosa, impertérrita y sobria Lola Casamayor. Se entiende la conexión emocional que produce en quienes fueran sus alumnos, pero disturba que se queden ahí enganchados, ya sea a través del cariño, la estupefacción o la piedad.

Jon Arias, Paula Blanco y Santi Marín realizan un trabajo individual y coral a la par. Cada uno de ellos tiene un carácter diferente, pero comparten el pasado que no se desvela y son apelados por esa persona que ha aparecido de la nada. Personajes bien definidos, aunque se echa en falta que vayan a más, que cumplan algo más que la función que les exige la evolución de la trama principal. De ahí que La habitación blanca tras habernos introducido en su tensión y mantenernos atentos en la invisibilidad de su enigma y sus posibles consecuencias, sus riesgos y amenazas, quede un poco desdibujada en su recta final y en su clarificación de cuáles son los fantasmas, los silencios y los olvidos, que comparten quienes allí se encuentran.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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