El Gran Teatre del Liceu de Barcelona presenta, en 3 únicas funciones, 7 Deaths of Maria Callas. Una obra de la aclamada artista Serbia Marina Abramović basada en último día de vida de la soprano Maria Callas que mezcla la ópera con el videoarte y la performance en una excelente e hipnotizante composición visual de 90 minutos de duración.
En el centenario del nacimiento de Callas, también llamada la Assoluta, Abramović, en colaboración con Petter Skavlan, honra y habita el espíritu de la misma soprano. En 7 Deaths of Maria Callas, Abramović relata la muerte de Maria Callas, el 17 de septiembre de 1977, el día en que pasó de ser la cantante más admirada del siglo para convertirse en un mito inmortal.
En ese momento, Callas había abandonado toda esperanza de ser feliz: incapaz de recuperar su gran amor, Aristóteles Onassis –entonces el hombre más rico del mundo–, se recluyó en su apartamento y se hundió en una profunda crisis depresiva de la que no pudo salir. Ningún intento para que volviera a la ópera fructificó: como muchas de las heroínas que encarnó en la ópera –Tosca, Norma, Violetta Válery, Carmen– eligió la muerte, que llegó mediante una sobredosis de barbitúricos.
Dividida en dos partes bien diferenciadas, 7 Deaths of Maria Callas nos presenta, en la primera parte, siete muertes a partir de siete arias célebres extraídas de las óperas La traviata, Norma, Carmen, Tosca, Otello y Madama Butterfly. Así, mientras Marina Abramović, caracterizada como La Callas, duerme plácidamente e inmóvil en su robusta cama a la vista de todo el público presente, sus pensamientos añaden luz a sus cábalas sobre la muerte y la vida mientras sus criadas interpretan, una a una, las arias de ópera acompañadas por piezas únicas de videoarte en las que Abramović se sacrifica de forma espectacular en compañía del prestigioso actor Willem Dafoe.
Dichas 7 arias están representadas por 7 sopranos de renombre internacional (Gilda Fiume como Violetta Valéry, Vanessa Goikoetxea como Floria Tosca, Benedetta Torre como Desdemona, Antonia Ahyoung Kim como Cio-Cio-San, Rinat Shaham como Carmen, Leonor Bonilla como Lucia Ashton y Marta Mathéu como Norma). Arias que fueron importantes en la vida de la cantante y que la encumbraron a ser el mito que es hoy en día.
Las reconocidas arias brotan de sus interpretes de una forma sencilla y orgánica que, junto al videoarte que tienen detrás (dirigido por Nabil Elderkin), nos cautivan grácilmente para que acompañemos a la Assoluta en sus sueños. Las siete cantantes, seis sopranos y una mezzo, bordan sus interpretaciones encandilando al respetable de una forma unánime. En la noche del estreno, el silencioso y mágico ambiente creado con estas interpretaciones solo fue roto en una ocasión tras el virtuosismo vocal de Leonor Bonilla en su interpretación de Lucia Ashton (Lucía di Lammermoor); quien hizo que el público estallara en vítores y aplausos más que merecidos.
En la segunda parte, disfrutamos de un rápido cambio de escenografía en la que el videoarte desaparecerá por completo para introducirnos en el dormitorio personal de La Callas en la ciudad de París en 1977. Abramović, aun dormida plácidamente en la robusta cama, nos muestra a Maria Callas en el día de su muerte. La recreación del espacio es meticulosa, de modo que Marina Abramović se funde plenamente con la cantante y toma posesión de su cuerpo y de su espíritu en el momento final. Una performance que nos lleva a recordar su vida y algunos de los hombres que marcaron su vida como Aristoteles Onassis, Pier Paolo Pasolini o Luchino Visconti.
Este espacio, recreado de forma exhaustiva por Anna Schöttl, está lleno de símbolos que buscan copar la obra de significados trascendentes, creando el proceso de la conversión de la tragedia en leyenda. La Callas se va, se muere, y Abramović lo escenifica en una performance llega de significados: ella se asoma a la ventana y ve las calles de París, el mundo que abandonará, pero un fuerte rayo de luz la deslumbra mostrándole la eternidad que le espera; cuando cruza la puerta, esta representa la muerte física pero su presencia espiritual permanece, ya que vuelve a entrar en nuestro mundo como ente astral para quedarse en nuestra memoria.
Una vez fallece, las siete sirvientas –las siete interpretes de la primera parte– se esmeran en limpiar la habitación y trasformarla bajo los velos negros de la muerte terrenal. La Callas se ha ido pero queda su mito.
En esta segunda parte, me gustaría destacar la excelsa música de nueva creación de Marko Nikodijević que disfrutamos desde que cae el telón de la primera parte (únicamente interrumpida por la grabación de Casta Diva que suena, desde un tocadiscos, hacia el final de la segunda parte). Y la sorpresiva interpretación vocal del Coro del Gran Teatre del Liceu que refuerza aun más este cambio terrenal a lo celestial.
Marina Abramović nos ofrece, en 7 Deaths of Maria Callas, un espectáculo diferente e interesante que nos acerca al mito operístico de La Assoluta en una performance que busca acercar todo tipo de lenguajes escénicos al espacio del teatro de ópera. Un espectáculo en el cruce entre la ópera, el arte en vivo, la performance y la videocreación que deja boquiabiertos al respetable; el cual no duda en levantarse de su asiento cual resorte en los primeros saludos finales de la artista. Personalmente, me alegra que el Liceu apueste por este tipo de performances que confluyen la ópera con otras disciplinas artísticas; acercando así la mezcla de géneros a un público objetivo más heterogéneo. ¡Bravo!
Crítica realizada por Norman Marsà