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03.03.2023 Críticas  
Un tesoro musical femenino

Tras su debut pasado julio en el Festival Castell de Peralada, la mezzosoprano canadiense Emily D’Angelo vuelve a la Ciudad Condal, para inundar L’Auditori de Barcelona de una selección de lied clásico, moderno y contemporáneo, un repertorio poco habitual en el que brillaron destacadas creadoras femeninas.

En su primer disco e n ar gei a, D’Angelo esquivó ya los temas más tradicionales para centrarse en la producción de cuatro compositoras; ahora, extendió el concepto para incorporar también letristas. Arropada, muy importante, por su pianista de confianza, Sophia Muñoz, una artista que colabora plenamente con las cantantes y que deja respirar y vibrar sus voces.

Abrió el recital la que fuera la mujer más sabia de la Edad Media, Hildegarda de Bingen, precursora del Renacimiento, que además de escribir de todos los temas posibles, por supuesto también compuso música. La antífona «O frondens virga», originalmente incluída en su drama sacro musical Ordo Virtutum, fue toda una declaración de principios de lo que esperaba en el concierto: temas breves, que dialogaran con los que les sucedían y punto de vista femenino. Multiplicidad. Dramatismo.

Le siguieron un par de lieds de Arnold Schönberg previos a su etapa dodecafónica, el díptico «Erwartung» y «Schenk Mir Deinen Goldenen Kamm (Jesus Bettelt)», y dos composiciones recientes de la estadounidense Mizzy Mazoli, «Hello Lord» y «You Are The Dust». Ambos creadores, Schönberg y Mazoli, tienen en común la heterogeneidad, la experimentación y la sorpresa de una obra que busca caminos nuevos en componentes que antes parecían antitéticos. D’Angelo los elevó con un timbre impecable de notas medias extraordinariamente vivas.

Con «Penelope», de Cecilia Livingston, compuesta hace solo tres años, entramos en otro terreno temático del concierto, el de las historias. Le siguieron «Avalon» de Randy Newman, «Dead Friend» y «Nausicaa» de Sarah Kirkland-Snider (de su propio ciclo «Penelope») y «Wandering Boy», también de Newman. Unidos por un espíritu general homérico, alternando entre el minimalismo, la balada y la convivencia entre la historia y el paisaje, Emily D’Angelo y Sophia Muñoz se fueron cediendo el testigo haciendo que cada nota, cada palabra valiera un mundo. Revalorizando el lied no por las notas difíciles, sino atesorando cada momento de estas breves composiciones.

Tras el entreacto, el dramatismo se apoderó de nuevo del recital: tres piezas de Aaron Copland musicalizando poemas de Emily Dickinson («Why Do They Shut Me Out of Heaven» con un matiz humorístico en la demanda de inclusión, la bucólica pero cansada «The World Feels Dusty» y «I’ve Heard an Organ Talk Sometimes», casi una catedral jazz), intercalados con dos temas de la angloamericana Rebecca Clarke a partir de poemas de Yeats («The Cloths of Heaven» y «Down By the Salley Gardens».

Turno ahora para lo tenebroso, lo misterioso y lo que ocurre en el secreto de la noche. De Florence Price y Cecilia Livingston se escogieron «Night» y «Moon». Viajamos con los «Wandrers Nachtlied» de Rebecca Clarke y el rondador nocturno, el «Nachtwanderer» de Fanny Mendelssohn. De nuevo con Clarke, nos sumergimos en la terrorífica historia del poema «The Seal Man» de John Masefield. Y para terminar, la demostración evidente de por qué Clara Schumann era una de las concertistas de piano más solicitadas en la Europa del siglo XIX: tras una velada de solícita y entregada contención, Sophia Muñoz desplegó todo su virtuosismo en la compleja «Lorelei», con el que D’Angelo también se lució, vocal e interpretativamente.

Faltaban los bises. ¡Y qué bises! Aprovechando su paso por España, Emily D’Angelo nos obsequió con dos piezas de zarzuela fenomentalmente interpretadas, arrebatándonos y poniéndonos en pie sobre todo con la segunda, las «Carceleras» de Las Hijas de Zebedeo, donde a todas las buenas artes que ya había manifestado, añadió la velocidad, la soltura y la gracia de una verdadera estrella de la lírica.

Tal vez huelga decirlo, pero más vale pecar de evidentes: Emily D’Angelo es una de las mezzos más interesantes del panorama lírico actual. Tanto por sus recursos musicales como por su inteligencia a la hora de elegir y plantear su repertorio, como por su puesta en escena, tan espartana como rica. Refrescante. Energética.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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