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01.03.2023 Críticas  
Barroco queer

El Teatro Real de Madrid estrena por fin este esperado montaje de Aquiles en Esciros, la ópera que el Covid dejó varada en marzo de 2020. La escenografía quedo muda en el teatro vacío durante tres meses. Ahora por fin podemos descubrir esta joya barroca de Francesco Corselli.

El empeño del Real en descubrir joyas ocultas nos trae en esta ocasión Aquiles en Esciros, una desconocida y apenas representada ópera de Francesco Corselli. Esta ópera se representó por primera vez con motivo del enlace de la Infanta María Teresa Rafaela de España con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV. Eso ocurrió en 1744, desde entonces esta ópera solo se representó en Dallas en un montaje semi escenificado. Por fin, ahora hemos podido disfrutarla en su esplendor. Aunque algunos contratiempos de última hora han impedido llevar a cabo todas las representaciones anunciadas.

La ópera cuenta como la madre de Aquiles, con tal de evitar que este vaya a la guerra de Troya, le disfraza de mujer y lo infiltra en la corte del Rey Licomede. Deidamina, hija del rey descubre el engaño y se enamora perdidamente de Aquiles, quien a pesar del disfraz y su empeño, no puede ocultar su virilidad y su deseo de batalla. Todo se enreda cuando aparece Ulises buscando a Aquiles para que le acompañe a la guerra de Troya. Por si fuera poco, el Rey Licomede trae a un pretendiente para Deidamina. Pretendiente que se enamora de Aquiles, creyendo que es mujer. Todo este entuerto se enreda más al ser este pretendiente interpretado por una mujer, lo cual lleva a un delicioso y excitante juego de seducción más allá de los fijados roles de hombre y mujer. De ahí que se haya dicho de esta ópera que es una de las primeras óperas abiertamente queer.

La excelente partitura de Francesco Corselli deslumbra principalmente por la intensa y excelente dirección de Ivor Bolton. El Monteverdi Continuo Ensemble se luce de lo lindo, acompañados por la solvente Orquesta Barroca de Sevilla.

El reparto es sublime. Destaca Gabriel Díaz como Aquiles, en un papel de una complejidad notable. El contratenor despliega virtuosismo y además un muy buen hacer en el plano interpretativo. Las largas arias “a capo” del personaje son una verdadera delicia para el oído del oyente y espectador. Hay que destacar que en el caso de Gabriel Díaz este ha tenido que sustituir casi sin tiempo al anunciado y esperado Franco Fagioli. No se quedan atrás los otros papeles principales. Deidamia interpretado a la perfección por la soprano Francesca Aspromonte y Sabina Puértolas que se lleva una merecida ovación por su compleja y difícil interpretación de Teagene, el exaltado pretendiente.

El resto del elenco está impecable, destacando a Mirco Palazzi como Licomede y a Tim Mead como Ulises. No es esta una ópera sencilla, pero la pericia de la orquesta, el coro y el elenco hacen que sea un verdadero placer. El Coro Titular del Teatro Real, aunque solo tiene tres intervenciones, estas son de una calidad superior.

La escenografía que simula una gran cueva subterránea la firma Julia Hansen. Aunque algo aparatosa en el conjunto, es cierto que consigue momentos de gran belleza. Se queda algo estática pero es resolutiva en el total.

En resumen, esta ópera ha supuesto para el Teatro Real dejar atrás el tan terrible episodio pandémico. Poder poner en escena, aunque haya sido por unas escasas cinco representaciones esta Aquiles en Esciros es cerrar un círculo. Cerrarlo además con un resultado más que notable. Un barroco que gusta y engancha. Puro rock & roll del Siglo XVIII.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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