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24.02.2023 Críticas  
Macbeth bajo una nueva piel

El Gran Teatre del Liceu de Barcelona ha estrenado a nivel mundial la versión de Jaume Plensa del Macbeth de Verdi. Plensa concentra su característico imaginario artístico personal en una producción fiel al texto de la ópera de Macbeth, combinando diferentes formatos y materiales para plasmar sus símbolos estéticos.

Por primera vez, el artista Jaume Plensa ha sido el encargado de la dirección escénica de una ópera. Su visión de Macbeth se ha presentado como la unión de diversas disciplinas, como la escultura o la proyección, con la intención de crear un mundo onírico y envolvente en una historia reconocida a nivel mundial.

La versión de Macbeth que plantea Plensa quiere ser, en el plano estético, un goce para los sentidos, porque persigue transformar el horror del argumento en un marco de fantasía y alucinación. Una fantasía que reconocemos al momento dada la característica huella que el artista catalán impregna en sus obras de arte. Basándose en la combinación de letras que ya podemos disfrutar en las nuevas puertas del mismo teatro, el artista he ideado un mundo que rezuma Plensa por los cuatro costados. Con la colaboración en la dirección de escena de Leo Castaldi, el universo Plensa se desarrolla en todos los cuadros de la ópera e incluso planea por el escenario con frases y palabras diseñadas con una tipografía especial que van subrayando la acción.

En relación a la escenografía, y con la colaboración del escenógrafo Marc Salicrú, Plensa ha diseñado un juego escénico con elementos propios de su obra (Hécatas y nómads, entre otros). En ocasiones, la escultura tiene un peso central en la escena pero, en otros pasajes, la escenografía física desaparece y la fuerza visual recae tan sólo en los propios cantantes. Esto ofrece una nueva visión de la clásica historia de Macbeth llevándola a un mundo totalmente distinto a lo que hemos podido disfrutar anteriormente. Un mundo de belleza etérea que queda resaltada con los elementos justos para no difuminar las voces.

La escenografía, intrínsecamente ligada a la iluminación diseñada por Urs Schönebaum, nos muestra varias secuencias introspectivas, como el primer monólogo y aria de Lady Macbeth o su escena de insomnio al final de la ópera. Ambas obtienen su resistencia por el juego de luces de Schönebaum; quien recrea una sensación de irrealidad llena de presencia de fuerzas irracionales.

En la parte del vestuario creado por Plensa en colaboración con Nadia Balada, este está ideado para transformar a los personajes en estilizadas esculturas de acuerdo con su estilo más puro. El envoltorio de diferentes tipos de gasa y telas basados en la combinación de sus letras, sitúa a plena luz a cada uno de los personajes para ayudarnos a entrar en su psique. Con ello, Plensa consigue reforzar el mensaje de cada uno siendo totalmente reconocible en personaje y estilo.

En la parte actoral, destacar como gran potencia de la noche a una espectacular Lady Macbeth interpretada por Sondra Radvanovsky. Su magnetismo en escena es exquisito. Sus arias son controladas y espectaculares. Realmente, y con notoriedad, fue la más aplaudida de la noche.
Junto a ella, me gustaría destacar la perfección de la mezzosoprano Gemma Coma-Alabert en el papel de Dama de compañía. La primera gran ovación de la noche en los saludos finales fue para ella y no hay lugar a duda, por su sobrada excelencia, que fue merecida.
En el rol principal de Macbeth disfrutamos del barítono Luca Salsi. Junto a Radvanovsky, sostuvo una función impecable. Seguro de si mismo y con una contundente actuación, Salsi nos ofreció una función irreprochable. Por su parte, el bajo Erwin Schrott nos ofreció un perfecto contrapunto interpretando a un Banco confrontativo que hizo la delicia del respectable.
Junto a ellos, destacar el constante buen hacer de la Orquesta y del Coro del Liceu quienes, bajo la batuta del maestro Josep Pons, extrae toda la magia y coloratura que Verdi plasmó en su orquestral partitura.

Por último, me gustaría destacar la intención de ofrecer un espectáculo diferente a lo esperado. En su Macbeth, Plensa ha decidido juntar la ópera con la danza y, para ello, ha contado con un elenco de veintiún bailarines profesionales coreografiado por Antonio Ruz. Ruz presenta así un elenco que durante toda la obra dialoga con el coro y los cantantes en escena. Un elenco que representa a la sociedad, al coro, al pueblo, a los soldados. Pero también son seres fantásticos (como brujas o sílfides) o, incluso, personifican las emociones de cada uno de los protagonistas; mostrando así más parte de la psicología del personaje en un formato de danza contemporánea.

En resumen, el Macbeth que Jaume Plensa ha presentado en estreno mundial en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona es un Macbeth que rezuma un nuevo sentido. Más que deconstruir una historia compacta y conocida para crear algo totalmente distinto, Plensa nos acerca una nueva visión de alta belleza etérea que deja claro que para actualizar una ópera no es necesario desgranarla, solo vestirla con una nueva piel que la ayude a recuperar su magnetismo.

Crítica realizada por Norman Marsà

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