novedades
 SEARCH   
 
 

20.02.2023 Críticas  
Escritura bíblica

Lucía Carballal escribe y dirige Los pálidos en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Producción y estreno del Centro Dramático Nacional que nos expone las vicisitudes, dilemas e intrigas, así como egos e inseguridades, que pueden condicionar y guiar la elaboración del guión de una serie televisiva.

Las redes sociales se han convertido en la munición del gran público. Antes solo importaban las cifras de audiencia y la voz de los críticos de las principales cabeceras mediáticas. El primero por la incidencia que pudiera tener en las decisiones de los anunciantes. La segunda por su capacidad de influencia en los espectadores. Hoy hay un tercer elemento tan o más importante. Twitter, Instagram, TikTok y demás. Los productos televisivos se conciben pensando en ellas. En como ser virales en las pantallas de los móviles dando pie a memes y vídeos cortos que se repliquen hasta el infinito. O en como evitar que se conviertan en una bola de fuego que con voracidad primaria y espíritu revanchista arroje sobre cualquier producción el espíritu y la condena de la cancelación.

El sueño de todo guionista es que su historia perdure y sus personajes sean asumidos como referentes, guías y modelos por aquellos para quienes han sido concebidos. Mas, ¿qué ocurre si se traiciona su exigencia de ver a su héroe o heroína del momento comportarse de la manera esperada? Ese es el aparente error en el que ha caído el equipo de guionistas liderado por Jacobo, que cerró la primera temporada de la serie de la temporada haciendo que su protagonista tomase una decisión que ha soliviantado a las fans adolescentes que la han seguido durante doce capítulos.

Mientras todo va bien, genial. Pero cuando algo falla, el castillo de naipes se pone en duda. Entra entonces en juego María, una escritora fresca con nuevos puntos de vista que chocan con los de sus compañeros. Propone una perspectiva de denuncia social y reivindicativa, más cercana a la realidad que viven quienes consumen minutos televisivos que a los ideales inalcanzables del neoliberalismo capitalista. Sus compañeros la reciben con diferentes actitudes, hay quien cree que se dará de bruces con la dinámica salvaje del negocio, hay quien la toma por la zorra en el gallinero.

Todo esto es lo que bulle en Los pálidos. Imagino que Lucía lo fue escribiendo de un modo bíblico, similar a como se hace para la televisión, desarrollando la biografía y carácter de cada personaje, tomando notas de como se habían de producir los instantes de conflicto y las argumentaciones a manejar, y las atmósferas que darían continuidad a la historia en los pasajes aparentemente más relajados. Deduzco el deseo de transmitir muchas ideas, basadas en la experiencia (Carballal trabajó en Vis a Vis y La edad de la ira), en la convicción y en la anécdota, en la consideración de ser necesarias.

Bien mencionadas, aunque más espolvoreadas como ingredientes de una receta que convenientemente manejadas con el fin de dar cuerpo al mensaje de su propuesta. Debilidad de la que adolecen, o síntesis que tiñe, según se quiera ver, las interpretaciones de Israel Elejalde, Miki Esparbé, Natalia Huarte, Manuela Paso y Alba Planas. Siempre correctos y solventes en cuanto les pide el texto, mas faltos de un discurrir que les permita ser algo más que los caracteres que necesita la historia para ser representada. Decisiones como coquetear con la cuarta pared y alternar con micrófonos de pie o de mesa -bien dispuestos por Sandra Vicente– despistan más que ayudan, al igual que una escenografía -firmada por Alessio Meloni– que más que recogerles y aunarles les dispersa por un espacio etéreo, o una iluminación -labor de Paloma Parra– que resulta fría y aséptica.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES