La Sala Fénix, en pleno Raval de Barcelona, lleva al escenario Deseo de ser Punk, un monólogo inspirado en la novela escrita por Belén Gopegui, que relata la crisis de identidad de una adolescente contra el mundo.
¿Qué necesitan los adolescentes? Martina, la protagonista de ésta obra interpretada y dirigida por Ane Da Silva (con co-dramaturgia de Irene Pérez) nos abre las puertas de su habitación adolescente, es decir, de su refugio, para mostrarnos sus reacciones ante un suceso que le impacta especialmente y que le hace plantearse la vida, las relaciones y el sentido de todo. Cuestiones que prácticamente todo adolescente se ha planteado –cada uno a su manera- y que se nos muestran en escena para recordarnos aquel momento vital en el que no quisimos formar parte del mundo sino destruir el existente y creernos capaces de crear uno nuevo, más a nuestro gusto, más al alcance de todos, más acorde con una generación que vive en el limbo entre la infancia y la etapa adulta y que, tal vez, lo que más necesita es ser escuchada.
El relato escénico va sucediendo en la habitación de Martina. Las pocas cosas que hay en escena nos sitúan en la cotidianidad de su vida fácilmente. Por su parte, el juego de luces nos ayuda a entrar y salir de esa casa y al mismo tiempo, entrar y salir de la psique de Martina, sus ideas, pensamientos y sentires. Cabe mencionar el uso de las proyecciones, también diseñadas por Ane da Silva, que si bien aparecen poco, son una idea interesante a la que se le podría dar más fuerza, pues sacan al espectador del hogar que tiene delante y lo sitúan en el exterior, ofreciéndole otros puntos de vista de la misma protagonista. En cuanto al espacio sonoro, diseñado por Alvar Rosell Martin, podríamos decir que en esta obra la protagonista es la música. Las canciones permiten dar cierto dinamismo a la obra, conectando a la protagonista –y al público- con la sed de rebeldía. La música son emociones y Martina, la protagonista de la obra, necesita sentir. A través del viaje sonoro, el público puede conectar con la posibilidad de que la música también sea una salvación.
Es una lástima que una apuesta que puede ser profunda y permitirnos entrar en la adolescencia de forma intimista –pocas obras lo hacen- se quede a medias tintas. Si bien en novela el formato de diario o carta puede funcionar porque el lector se inmiscuye en la intimidad de la protagonista a través de su imaginación; cuando se trata de teatro, muchas más variables deben aparecer en escena para que la tensión, el ritmo y el interés se mantengan. En este caso, el monólogo no acaba de cumplir con el reto de adentrarnos en la vivencia que se nos cuenta. La obra va perdiendo fuelle a lo largo de los minutos.
Deseo de ser punk es un espectáculo demasiado lineal que tristemente no logra conectarnos con el período que desea mostrarnos, pues en la adolescencia todo es extremo y emoción desbordada y a pesar que Ane da Silva se esfuerza por integrar la actitud y sensaciones de la etapa, se queda a medias por la falta de expresión e intensidad y por un guión que no aporta giros ni sorpresas.
Crítica realizada por Maria Sanmartí