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12.12.2022 Críticas  
El teatro es mentira. Y la vida, lo que pasa entre subordinadas

Suponemos que la experiencia profesional facilita desarrollar nuevos proyectos. Sin embargo, con su obra Cadires, los veteranos Mont Plans y Oriol Genís vienen al Teatre Goya de Barcelona a contarnos la odisea personal y profesional que ha sido llegar al Teatre Goya de Barcelona a contarnos…

Dicen que «sentarse a hablar» es una de las peores maneras de plantear una improvisación. Que corta las alas a la acción. Y la acción es el teatro, ¿verdad? ¿O lo es la palabra? Todo eso, como la fricción entre obra y autores, y entre teatro tradicional, surrealista y del absurdo, se planteó en las tres primeras décadas del siglo XX. Eugene Ionesco llegó un poco más tarde, y en 1952 estrenaba en París su tercera obra, Les Chaisses (Las sillas), con un apabullante fracaso de público. Estas Cadires son la historia de un intento de adaptar aquellas Chaisses… pero en realidad no lo son.

El texto de Cadires lo ha escrito y dirigido Albert Arribas, a quien los actores ponen verde durante la obra de una forma que haría las delicias del Augusto Pérez de Unamuno. No es el único criticado o alabado, porque aunque sí, Cadires consista esencialmente en dos viejos actores contando lo que ha costado poder contarnos aquello, también es, y quizás más esencialmente, dos viejos actores contándonos la profesión. Los tópicos y las interioridades, los sacrificios y los encasillamientos, los inicios y los finales, los mil «golpes y dardos de la aciaga fortuna» a los que hay que enfrentarse para poder hacer teatro y seguir haciendo teatro.

La última vez que fuimos a ver a Mont Plans fue con su espectáculo sobre la muerte: aquí nos habla de él. A Genís lo conocemos por multitud de montajes alternativos y apariciones en el TNC: en Cadires hablan, y abundantemente, de ello. Y de las nuevas generaciones de directores y actores, y del aprendizaje teatral, y de las condiciones de trabajo, y del acoso, y de un Josep Maria Flotats legendario que iba mejorando los teatros catalanes cual Yul Brynner hizo con los estadounidenses. Pero también nos advierten de que el teatro es mentira. Esa confrontación entre lo que sabemos que es cierto y la ficción de la escena, entre actores y personajes, entre vida y trama, no es sino una forma más de representar la gran dicotomía, la definitiva, y que es muy pertinente en el teatro de Arribas: símbolo y significado, pero sobre todo, poesía y realidad.

Cadires, que empieza representándose con luz de sala, es metateatro, y al mismo tiempo resulta algo mucho menos artificioso de lo que puedan proponer Beckett o Ionesco. Aunque sea hermana de Pirandello, también lo es del Viaje a Ninguna Parte de Fernán Gómez o de la E.R. de Benet i Jornet. De hecho, Cadires encarna el arte teatral que solo pueden poner en pie dos viejos actores sentándose a hablar sobre el teatro. Desde la verdad y con toda la mentira y tantas subordinadas como haga falta. Pero solo una vez por semana, tampoco nos pasemos…

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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