Reapertura del Teatro Pavón de Madrid con una obra sobre la supervivencia y el legado, ¡Ay, Carmela!, de José Sanchís Sinisterra con dirección de Fernando Soto y Cristina Medina y Santiago Molero como Carmela y Paulino.
Según las notas del director, Fernando Soto, con su ¡Ay, Carmela! «queremos volver a lo que creemos que son los orígenes de este texto y que no es más que la relación de dos pobres seres humanos (en este caso dos cómicos) en un contexto tan brutal como es una guerra, donde la palabra justicia se vuelve sorda por el ruido de las bombas.» Su intención se aleja del tono político, reivindicativo, y de la visión de la guerra civil desde los ojos de los perdedores. Esta intención yo la interpreto como peligrosamente equidistante, sobre no tratar de los ganadores ni de los perdedores, de los vivos ni de los muertos, porque todos son supervivientes, y la memoria de los muertos debe honrarse sea cual sea la ideología. OK. Nada que añadir entonces.
No obstante, más allá de las intenciones puedo seguir percibiendo lo que Sanchís Sinisterra quiso contar en esta «Elegía de una Guerra Civil en dos actos y un epílogo» en 1986, y que tan bien llevó al cine Carlos Saura en 1990, en cual, equidistante nunca ha sido ni le hubiese interesado siquiera el proyecto de ser tal (asumo).
Efectiva escenografía de Mónica Borromello y deslucido diseño de iluminación de Felipe Ramos, que me llega torpe y despersonalizado; quizás la adaptación a un espacio tan amplio como el del Teatro Pavón requiere de otros medios. El diseño de vestuario de Chary Caballero y Óscar Armendariz Lucarini es perfecto para lo escueto de la propuesta, y sea cual sea el mundo del que venga Carmela, este está perfectamente expresado e identificado.
El trabajo de Cristina Medina y de Santiago Molero es reseñable y por el tiempo que llevan con este espectáculo de gira, le tienen cogido el punto a Paulino y Carmela, sopena del público asistente el día que asistí, compuesto por alumnos de algún instituto, carentes de interés de la propuesta, y con nulas ganas de comportarse con el respeto que se debe a la interpretación de los actores en escena (un personal de sala más atento a comentarios en alto, parloteo constante, y comportamientos disruptivos hubiese sido ideal cuando la sala estaba mitad de ocupación).
Crítica realizada por Ismael Lomana