Tras su paso por otras salas de nuestro país, el amor medieval de Diàlegs de Tirant e Carmesina convertido en libreto por Marc Rosich y musicalizado por Joan Magrané, llega a los Teatros del Canal de Madrid. Una ópera breve que aúna tres interesantes voces y un extraordinario grupo de solistas de la orquesta titular del Teatro Real.
Su estreno este jueves reunió en la primera fila de su patio de butacas a dos de los directores artísticos más mediáticos de nuestro país. Joan Matabosch, representando al Teatro Real desde minutos antes de que comenzara la función, y Blanca Li, su homóloga de los Teatros del Canal, que llegó apenas un minuto antes de que se apagaran las luces, quizás por temor a encontrarse con el espíritu de Santa Teresa de Jesús. Ironías aparte, resulta encomiable ver como dos de las instituciones de las artes escénicas más importantes y con mayor presupuesto con sede en la capital, estatal una, autonómica la otra, colaboran en proyectos como este que salvan las supuestas distancias estatutarias y programáticas entre ambas.
Una misión en la que, además, han sumado a otras como la Fundación SGAE, el Instituto Cervantes y el Real Conservatorio de Música de Madrid para difundir y divulgar algunas de sus claves. Como la autoría de Jaume Plensa, artista plástico, de su espacio escénico, la compositora de Joan Magrané, joven creador con un currículo plagado de trabajos con orquestas de primera, o el potencial inspirador del personaje de Tirant lo Blanc, ideado en el siglo XV por el valenciano Joanot Martorell.
Una premisa prometedora, pero que no llega a lo que este humilde espectador esperaba sentir. El diseño de Jaume Plensa, siendo estético y sugerente en su concepción y excelente en su materialización, no deja de ser un alarde de minimalismo y una muestra de la capacidad técnica del equipo tras bastidores de los Teatros del Canal. Sucede igual con la belleza del vestuario de Joana Martí, que junto con el anterior elemento conforma una atmósfera que tiene más de estampa japonesa nocturna del XIX que de interiores castellares y exteriores bélicos en los que tienen lugar las andanzas bélicas y las correrías amorosas de un caballero que se dio a conocer en 1490.
Pero si lo que sucede sobre el escenario no satisface el sentido de la vista, sí que resulta plena en lo que respecta a la escucha. Los solistas de la orquesta titular del Teatro Real -apoyados por la acústica del foso de la sala verde- extraen todo el potencial expresivo, emocional y sensorial, que tienen las notas articuladas por Joan Magrané. Sobre ellas, las voces de un barítono (Josep-Ramón Olivé), una soprano (Isabella Gaudí) y una mezzo-soprano (Anna Brull) que nos hacen llegar la ilusión, la ansiedad y la incertidumbre de cuanto rodea al amor, a los tiras y aflojas, a los posibles y los imposibles entre Tirant e Carmesina. Que la función no sea plena en lo performativo, no quita que se le reconozcan sus virtudes interpretativas.
Crítica realizada por Lucas Ferreira