El 2022 es el año de las adaptaciones de Lectura fácil, de Cristina Morales, pendiente de estreno la serie, y ya estrenada la versión (libre) teatral, en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, dirigida y versionada por Alberto San Juan.
“Lectura fácil es una comedia sobre cuatro chicas que comparten piso. Un relato sobre cuatro personas no normales, es decir, con grandes dificultades para adaptarse a las normas. Cuatro personas marcadas por distintos diagnósticos de discapacidad asociados a trastornos mentales: Nati (Estefanía de los Santos), Patri (Pilar Gómez), Ángeles (Anna Marchessi) y Marga (Carlota Gaviño). Una jueza abre un proceso para decidir si se ha de proceder a la esterilización forzosa de Marga. Marga escapa y ocupa una casa abandonada. La policía inicia su búsqueda.”
Esta es la sinopsis que de la obra hace su director, y que si alguien no conoce el libro, el revuelo que provocó su galardón, y únicamente se deja guiar por esta descripción, quizás puede llevar a que te acerques a ella del modo que te acercaste a Madre de azúcar, de reciente entreno en la misma sala: discapacidad, superación y lucha diaria contra el capacitismo y “los normales”. Y es que el acercamiento que ha hecho, y versionado, Alberto San Juan a Lectura fácil es tan timorato y amable que pasa por un filtro buenista todo el punk y la subversión de la novela original.
Como si de un meme de “como te comportas en Twitter versus como te comportas en Facebook”, la versión escénica de Lectura fácil es una versión descafeinada, sin lactosa, de la que podrían destinarse parte de los beneficios recaudados en un fondo para los RUDIS y CRUDIS (residencias urbanas y rurales para personas con discapacidad intelectual), como en las que las protagonistas relatan que han vivido. Todo es tan buenista, los monólogos que integran al resto del elenco del montaje, con diversidad funcional e intelectual (Marcos Mayo, Pablo Sánchez y Desirée Cáscales Xalma), están tan calculados para provocar en el público un mohín de ternura, empatía y de empujar al aplauso (capacitista), que no hace mas que cumplir con esa parte de Supernormales en la que se decía que todo esta integración no hacía mas que cumplir la cuota del CDN para ponerse la medallista de modernos.
Sobre la fría escenografía, totalmente impersonal e insulsa, de Beatriz San Juan; los acordes de guitarra utilizados como transiciones y músicas de la función, de Fernando Egozcue, y la iluminación sin carácter de Raúl Baena, pues poco más que añadir.
Ellas (Carlota Gaviño, Anna Marchessi, Pilar Gómez y Estefanía de los Santos) están correctas en sus papeles, porque son inmensas actrices, pero aquí hacen lo que pueden con lo que se les entrega. Pilar Gómez está magnífica como Patri, y su papel es el más difícil de caer en el ridículo, pero su interpretación está calculada al milímetro. Estefanía de los Santos grande, y enorme con su pipazo con la Gaviño, que siendo tan blanco el resto del montaje su bollo sobre una manta y felación a pene prostético quedan grotescos y toscos, aún cuando todo eso era el carácter de la novela.
Lo que podría haber sido un pelotazo para el CDN esta temporada se queda en algo correcto y olvidaba al momento de abandonar la sala tras pasar dos horas que no se hacen especialmente largas, pero tampoco cortas, y que no aporta ni un ápice de reflexión en el espectador.
Crítica realizada por Ismael Lomana