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31.10.2022 Críticas  
Monumental y gélida

El Teatro Real de Madrid arranca su temporada 2022-2023 apostando a lo seguro. Reponiendo el montaje de Aida ya representado en el 2018. Un montaje apabullante en lo escénico que no defrauda en lo cantado pero que deja con una sensación de falta de emoción.

Aida es una ópera que gusta en Madrid. En general todos los compositores italianos son muy bien recibidos por el público del Real, así que no es sorpresa que se programe este título de Giuseppe Verdi para dar el pistoletazo de salida a la temporada. Lo curioso es que sea la reposición de un montaje relativamente reciente. Leo que el Real quiere hacerlo de manera recurrente con este montaje que parece que les da muchas alegrías en forma de llenos consecutivos. Aida es una ópera de las que crea audiencia y más si es en un montaje colosal, de esos que dejan boquiabiertos. Algunos preferimos otras óperas, pero visto desde el punto de vista empresarial y de fidelización es lógico que se apueste por esta ópera.

Aida lo tiene todo, historia de amor en el Egipto de los faraones, con esclavos y héroes de guerra. Una esclava hija del rey enemigo del imperio, un comandante locamente enamorado de ella y una princesa heredera despechada a la que el ultimo hit de Rosalía le viene como anillo al dedo.

La música de Verdi es superlativa, en un in crescendo tremendo que alcanza su cumbre en el tercer acto. Ahí es indiscutible el valor de esta ópera, despojada de imponentes decorados, en los momentos íntimos entre Aida y Radames.

Orquesta dirigida con acierto por el experto Nicola Luisotti y un coro perfecto. El reparto encabezado por Krassimira Stoyanova que desempeña una Aida potente, sin flaquezas. Piotr Bezcala como Radames está impecable. Jamie Barton como Amneris empezó dubitativa y tapada por la orquesta, error que se fue solventando a lo largo de la representación y que permitió disfrutar de sus intervenciones a lo largo del tercer y cuarto actos.

No se le pueden poner pegas al montaje, como mencionó un experto sentado a mi lado, era como escuchar una grabación perfecta. Referente a la imponente puesta en escena, que mezcla proyecciones en distintas capas no hay nada que objetar. A mi me sigue molestando esa gasa entre los cantantes y el público, necesaria para recrear algunos efectos, pero creo que usada en exceso e impidiendo una visión y percepción mucho más clara del montaje. En definitiva una ópera que llena la platea pero que a mi parecer se queda algo fría en el resultado. Vistas otras óperas de menos relumbrón pero que consiguen electrizar a la platea esta se queda en un correcto ejercicio operístico al que no se le puede reprochar nada más allá de que se pierde en su grandiosidad.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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