La Compañía Nacional de Teatro Clásico, programa en la sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia de Madrid, en paralelo a El Burlador de Sevilla, El lugar y el mito, de Paola de Diego, un diálogo contemporáneo a partir del mito de Don Juan.
La estructura dramatúrgica de este diálogo son cuatro partes (A, B, C y D), que ha comenzado con una instalación visitable del espacio escénico; continúa con La Belleza, es que la performance que aquí comentaré, y en las próximas semanas continuará con una conferencia escénica y la instalación visitable final, en el mes de noviembre.
En la parte B: La Belleza, la dirección, dramaturgia y plástica escénica es de Paola de Diego, con iluminación de Álvaro Guisado, composición musical de José Pablo Polo, video de [la dalia negra]; y María García-Alix, Pablo García Martínez, Mina Serrano y Nacho Sánchez en el reparto.
La parte A: Antes de todo, fue una etapa de tránsito por el espacio “preservado, protegido y vivo” que en La Belleza se ha convertido en el espacio escénico. Pude caminar, sentarme, tocar, y tomar fotos de la instalación, sin alterar el orden de los mismos, sustraer o pisar el verde. El lugar se ofrecía al usuario, prestándose al mismo mediante el consentimiento expreso que se le era entregado a la llegada al mismo. El espacio (interior) se ofrecía al visitante y se ponía a disposición y disfrute del mismo con el único condicionante del respeto y acatar las pocas prohibiciones indicadas. Esto ya es mucho más de lo que podemos hacer en el espacio público (exterior).
En La Belleza ese Antes de todo cobra vida con la presencia de los cuerpos de García-Alix, Serrano, García Martínez y Sánchez; los cuales toman el relevo de mi tránsito por el lugar, días antes, para habitarlo y darle vida animada, aunque sus movimientos y presencia sean más próximos a una aceleración y representación motriz de las nastías y los tropismos de las plantas.
El diseño integral de iluminación del proyecto es de Álvaro Guisado y en perfecto tándem con la composición musical de José Pablo Polo, son los estímulos que provocan el fototropismo de los cuerpos y quizás lo más parecido al geotropismo, siendo este la respuesta de la planta a la gravedad; por la atmósfera que logran crear en el espacio, de suspensión en el aire: leve ingravidez y tenue aceleración del discurrir del tiempo. Estos dos aspectos de la creación son los que más disfruté y sentí comprender. Mención especial merecen las piezas de video de [la dalia negra] que en un primer momento se sienten hologramas y que son auténtica magia cuando se sienten interactuando con el espacio.
Justo ahora al sentarme a escribir he leído el titular de un artículo (solo para suscriptores) del Diario Sur, en el que el coreógrafo y bailarín David Segura declara que “en la danza hoy no veo contemporáneo, veo más bien abstracto”, y sin estar de acuerdo en la afirmación, debo darle la razón en que el paisaje performático de La belleza lo recibo críptico, descontextualizado y alegórico versión pro. Como casi recién iniciado en la danza, y por ejemplo, tras asistir a la reciente retrospectiva de Rubio Gamo, siento que no he entendido nada de lo que Paola de Diego me quiere contar, o hacerme sentir. Recibo y admiro el trabajo de Nacho Sánchez, Mina Serrano, Pablo García Martínez y María García-Alix, disfruto de su arte, pero no logro captar nada de lo que quizás se espera que entienda. O quizás me quiero poner sesudo, pero habiendo acudido muy recientemente a la representación de El burlador de Sevilla no veo ese diálogo, o reitero, no lo entiendo.
Paola de Diego, en el programa de mano del proyecto, trae una palabras de Estrella de Diego que son: “Es necesario empezar el relato de cero. O empezar el relato no de cero, sino buscando todos esos huecos que estaban en el relato y que hemos olvidado. Esos huecos, esos silencios que estuvieron, pero que de alguna forma fueron olvidados. Los olvidamos.” Según palabras de Paola de Diego: “El lugar y el mito plantea el trenzado entre la naturaleza y el Don Juan, creando un relato nuevo abordado desde la plástica escénica como inicio”. Este trenzado no le siento el lugar del relato, esos espacios en negativo del Don Juan, que yo reconozco en formas marcadas en un jergón, presiones ejercidas sobre sábanas, o marcas sobre la piel.
Me planteé si quizás debiera esperarme a completar las dos partes que quedan por delante para lograr ubicar la experiencia performática en este lugar, e identificar al mito, y lograr encajar esta pieza en el todo, pero en realidad quizás todo esta sensación se deba a mi ignorancia, inoperancia sensitiva y ceguera intelectual; cosa que, según estoy yo de un tiempo a esta parte, no descarto en absoluto.
Crítica realizada por Ismael Lomana