Diego da Costa y Julio Viñuela Gavela se han atrevido a contar una historia coral en la que se habla del suicidio desde diferentes perspectivas: en primera persona, la pareja del suicida, un familiar cercano y una cuarta que retrata la respuesta que la sociedad da a este problema. Ayer intenté suicidarme estará todos los viernes del mes de octubre en La Sala de Madrid.
El suicidio es un problema callado y estigmatizado todavía. No se trata lo suficiente en los medios de comunicación ni se contempla entre los planes de los políticos porque se entiende como consecuencia del fracaso del Estado del Bienestar. Si atendemos a los datos de 2019 de la OMS, dicho año se suicidaron más de 700.000 personas.
Aunque suene a cliché, el teatro, el cine y las artes en general tienen el poder y la capacidad de mostrar historias silenciadas. Lo que no se ve, de lo que no se habla, no existe. Por eso, obras como Ayer intenté suicidarme ayudan despojarse de los prejuicios y a destapar una dolorosa realidad que no puede arrinconarse en el olvido.
En una mirada directa al público, el personaje de Clara Galán confiesa que intentó quitarse la vida, que nadie la puede ayudar, que su tremenda fragilidad la ha llevado a un pozo de angustia en el que la única salida es dejar de existir. Un relato natural, empático y directo que provoca en el público cierta congoja y pesar.
¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no me lo dijo? La pregunta, el desconcierto, el enfado o, incluso, la ira son una manifestación natural del dolor que nos invade cuando salta a escena la pareja del suicida, interpretada, a partir de un texto retórico y desagarrado, por Chema Coloma.
Tras él, entra a escena Pablo Blanco. Hijo de una víctima de suicidio que intenta lidiar con el vacío y el sinsentido de su vida. En este caso, se trata de un texto mucho más sencillo y natural, acompañado de una canción de infancia que le confiere el valor nostálgico y sentimental.
Por último, Paula Martínez encarna a una influencer que realmente representa a toda nuestra sociedad, a las miradas impasibles que trivializan el problema del suicidio. Un diálogo con el público que se balancea entre el humor incómodo y la reflexión crítica. El reflejo de una sociedad que intenta dar una respuesta y una causa a lo que ocurre, pero su carencia de empatía los vuelve crueles.
Valiente. Este seria el resumen y la mejor definición de la función. No solo por el tema escogido, con el que esquivan los sentimentalismos, el melodrama fácil y la superficialidad. También, por haber sido capaces de sacar adelante una obra de tal calado y profundidad con tan pocos elementos –deducimos de escaso presupuesto- y de manera tan sencilla. Una propuesta sensible que nos cuestiona y nos pone en la cuerda floja.
Crítica realizada por Esperanza Hernández