El Teatro Marquina de Madrid aloja La función que sale mal hasta el 27 de noviembre. La comedia, galardonada –entre otros- con el Premio Olivier a la mejor comedia, ha recorrido más de 30 países desde que se estrenara en 2012 en el West End de Londres. Una obra en la que el propósito es alcanzar el caos absoluto.
La función que sale mal nos presenta a un grupo de teatro amateur en el estreno de su obra de misterio en el que, como el mismo título hace temer, todo lo que puede salir mal, ¡sale mal! Extrañamente propensos a los accidentes, los actores y actrices luchan contra las adversidades a lo largo de toda la representación, con unas consecuencias tan divertidas como irreparables.
¿Se ha perdido un perro? ¡Tenemos un retraso de 30 minutos! Antes de comenzar la función, el elenco ya intenta convencernos de que nada va a funcionar en el desarrollo del espectáculo. El humor es mucho más complejo y difícil de encajar que otros géneros, no existe la fórmula idónea y nunca funcionan los mismos códigos con todo el público. En este punto, el inicio con la broma fácil y la tendencia al absurdo no acaba por encajar y la sala sigue un tanto fría.
A medida que este “thriller británico” se desmonta, el desconcierto y las risas se apoderan de los asistentes. De hecho, los actores acaban por interactuar con ellos porque a algunos les cuesta cesar las carcajadas. Algo que incrementa notablemente una vez que se da comienzo al segundo acto, cuando el decorado se convierte en otro protagonista más y el juego con cada uno de los elementos del escenario sirve para enlazar un error con otro y darle sentido al título de la obra.
Todo los actores que configuran el elenco se compenetran a la perfección para acertar en el error y disfrazar una comedia destartalada, con acento español, de suspense al estilo british. Entre todos ellos, destaca el personaje de Annie, que viene de mano de Aránzazu Zárate. Una torpe técnico que tiene que intervenir como actriz en la función y sus dificultades para leer el texto transmiten simpatía y gracia.
El sentido metateatral de esta comedia le confiere un rasgo distintivo respecto a otras producciones de este género. No solo se trata de una parodia de los thrillers policiacos, también homenajea de alguna manera a los comediantes que intentan salir adelante con un acotado número de recursos. El texto original de Herry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields combina intriga, humor y metateatro, a lo que la adaptación de Zenón Recalde y la dirección de Sean Turner le suman el juego con el público y la ruptura de la cuarta pared.
Humor absurdo y desordenado, pero efectista. Un alegato a favor de la comedia, más de una hora y media de desastres que parecen improvisados, pero que están medidos y sincronizados para conseguir el resultado esperado: las risas del público. La función sale mal y, con ello, logra hacer el bien: alcanzar la capacidad de evasión entre el público.
Crítica realizada por Esperanza Hernández