El Gran Teatre del Liceu de Barcelona inaugura la Temporada 22/23 apostando por la ópera bufa de Don Pasquale de Gaetano Donizetti. Una ópera donde la comedia, el sentido del humor y la ironía son las herramientas para tejer una crítica social.
El Gran Teatre del Liceu inicia la segunda temporada de su 175 aniversario con la carcajada que ofrece Don Pasquale de Donizetti. Esta ópera es una de las obras más representativas de la ópera bufa y considerada por muchos una de las mejores junto con Il Barbieri di Siviglia. La versión que podemos disfrutar en el escenario del Liceu es la de la producción de Damiano Michieletto, estrenada en la Opéra de Paris en 2018.
Don Pasquale, un viejo rico y avaro, ha decidido casarse y buscar un heredero porque está decepcionado con su sobrino Ernesto, que en vez de aceptar el matrimonio por interés que le ha propuesto, prefiere elegir por amor una joven viuda, Norina. Don Pasquale quiere castigar a Ernesto y pide a su amigo, el Dottor Malatesta, que le busque esposa. La intención del viejo es ridícula, por lo que sus parientes le quieren dar una lección: Norina se hará pasar por la falsa hermana de Malatesta, Sofronia, y una vez tenga el control de la casa se convertirá en una mujer mandona que enloquece a Don Pasquale. Éste, para liberarse del tormento, pedirá el divorcio y aceptará que Ernesto se case con Norina. Una vez descubierto el engaño, el anciano se llevará una lección humillante.
La ópera bufa viene de la commedia dell’arte, una especie de teatro de calle que desde el Renacimiento servía para ridiculizar los vicios y los arquetipos sociales, y Donizetti se inspiró en los personajes típicos, como Pantalone –el viejo rumiador–, Colombina –la joven espabilada y llena de gracia– o Arlecchino –el joven enredador– para tejer una trama que inicialmente esbozó el libretista Giovanni Ruffini. En Don Pasquale, Donizetti presenta así un manifiesto de temas tan diversos como la afirmación del alma romántica y el deseo de emancipación del individuo, especialmente de la mujer; ya que en esta ópera la protagonista indiscutible es Norina.
Pero la ópera original no es sólo una historia cómica sobre el comportamiento desmedido de un hombre viejo y avaro, sino que es también una crítica social al contexto sociocultural del siglo XIX, donde los vicios anticuados chocaban con una sociedad que cambiaba a toda velocidad. Una crítica contra los matrimonios pactados y de conveniencia pero que defiende la emancipación femenina en las nuevas ideas románticas. Todo ello mezclado con el humor característico de la ópera bufa que Donizetti tan bien controlaba.
La producción que disfrutamos en las tablas del Liceu presenta una escenografía arriesgada firmada por Paolo Fantin y un interesante uso del croma, aportado por Roland Horvath. Una escenografía de estructura minimalista que choca en su inicio pero que cumple su más fiel propósito: que nuestra mente asuma que tipo de casa tiene Don Pasquale al inicio y cómo esta cambia mientras avanza la ópera. Al inicio el viejo avaro lo tiene todo y, poco a poco, lo irá perdiendo mientras que Norina y Ernesto, con la complicidad del Dottor Malaesta, ganarán espacio, libertad y futuro.
Como título principal del bel canto italiano, la melodía brilla en todas y cada una de las escenas de la ópera. Sin embargo, en esta ópera Donizetti se renueva y se aleja del modelo pasado de Rossini para acercarse un poco al estilo que marcará Verdi años más tarde. La música y la acción están estrechamente ligadas pero existe una dimensión teatral trabajada y una partitura está llena de matices expresivos. La Orquesta del Gran Teatre del Liceu, capitaneada batuta en mano por Josep Pons, nos ofrece una interpretación exultante de una partitura que no es un simple acompañamiento; sino que hace brillar a la orquesta tanto como a los actores en escena bajo una interpretación sublime y brillante.
Para el reparto de la ópera se necesitan excelentes voces para hacer que el bel canto brille tanto como sea posible. Carlos Chausson, considerado uno de los mejores bajos-barítonos buffos de su generación, nos presenta a un Don Pasquale lleno de matices tiernos, grotescos o absurdos que lo hacen adorable. Un viejo avaro y cabezón que aprendemos a entender y al cual, hacia el final, nos rompe un poco el corazón.
El personaje del Dottor Malatesta, mucho más pícaro, está interpretado por Andrzej Filonczyk. El actor no duda en jugar con la bis cómica y divertirse en escena mientras le toma el pelo (y el dinero) a Don Pasquale.
El donostiarra Xabier Anduaga y la catalana Sara Blanch asumen los roles de Ernesto y Norina. Juventud y confianza en escena para un talento emergente que desborda cada vez que aparecen en escena. Anduaga nos encandila cada vez que aparece en escena con su potente voz de tenor y su presencia, pero aquí, el gran aplauso de la noche se lo lleva Blanch, interpretando a una Norina despiadada hasta conseguir lo que desea. Se nota que la tarraconense disfruta con el personaje y así nos hace disfrutar a nosotros. Un papel difícil de cantar pero divertido de interpretar en un continuo engaño a su protagonista.
El Gran Teatre del Liceu de Barcelona ha levantado el telón de su Temporada 22/23 con unas de las óperas bufa más queridas y aclamadas de todos los tiempos. Con un reparto sin igual y una escenografía que nos presenta la historia creada por Donizetti en el siglo XIX actualizada a tiempos modernos. Todo un acierto para el inicio de una temporada muy especial: la del 175 aniversario del templo de la ópera barcelonesa.
Crítica realizada por Norman Marsà