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21.09.2022 Críticas  
Hijos de un pertinaz insomne

El Teatro de La Abadía de Madrid acoge las últimas funciones de A vueltas con Lorca, montaje en el que un inmenso Carmelo Gómez, con dirección de Emi Ekai y acompañamiento pianístico de Mikhail Studyonov, aborda la vida y obra del genio granadino.

A vueltas con Lorca no es propiamente teatro. O quizá debamos decir en rigor que no es solo teatro. Tiene también algo de recital poético, de clase magistral y de charla nocturna y noctámbula. No hay convenciones. Esto es un viaje sin rumbo definido. Un viaje que vacila entre la hora bruja y la noche lorquiana de lunas reflejadas. Lo percibimos desde la entrada al teatro.

Carmelo y Mikhail nos reciben en la misma puerta de La Abadía. Nos saludan, como quien desde el umbral de su casa nos invita a una fiesta. Ambos parecen ir o volver de viaje, sosteniendo viejas maletas. Ya nos anticipan que no seremos meros espectadores, ni ellos serán simples intérpretes. Todos participaremos de un mismo viaje en el que Carmelo nos guiará y nos interpelará como actor, como intérprete, como hombre sabio y a veces como un amigo. Pero ante todo, Carmelo Gómez será juglar. Nos recita a Lorca con todo el cuerpo. Su voz es profunda y penetrante y declama con toda riqueza de recursos los versos de Federico. Sin embargo, nuestra atención está completamente seducida por la plasticidad de sus gestos, de su mirada y de sus manos. Se mueve con agilidad, bailando por un escenario salpicado de libros y recuerdos, como un desván de la memoria. Junto a Mikhail al piano, materializa un universo en el que laten los versos de Federico. Y digo laten porque esta es una función viva. Carmelo está atento a la respiración del público, a su respuesta y a su reacción. La puesta en escena es tan «aparentemente espontánea» que a ratos una se siente parte de una conversación natural que se improvisa ante nuestra réplica.

No obstante, en este montaje hay además lo que denota una aspiración didáctica. Carmelo acaricia los versos de Lorca y nos los desnuda. Nos los expone abiertos en bandeja, deglutidos para que, sobremanera de disfrutarlos en su belleza, apreciemos cada detalle de su genialidad. En las metáforas se desenvuelven, interpretan y se desvelan las referencias literarias que inspiraron su universo. Aparecen entonces las voces de Lope de Vega, Rubén Darío, Cervantes o Machado, entre otros.

La vida del poeta aflora entre fragmento y fragmento con narrativa imprecisa. Tampoco hay un intento de construir un relato biográfico ordenado y exhaustivo, pero sí de contextualizar su obra y en ésta el teatro es esencial. La dramaturgia y los años de Lorca en la Barraca ocupan en este montaje su última mitad. Aquí la interpretación de Carmelo Gómez se hace aún más sobresaliente. Surgen la Poncia y Adela de La Casa de Bernarda Alba; Yerma y la novia de las Bodas de Sangre… Todas ellas mujeres áridas, duras, llenas de dolor, pasión y vida que se asoman a través de la voz de Carmelo con una intensidad sobrecogedora. Puro teatro condensado en dosis que estremecen.

Lorca es, en esencia, amor y muerte. Este montaje lo es también necesariamente. Sin embargo, la pieza tiene la capacidad de poner cauce al agua y de introducir, en lo más urgente del incendio, a Mikhail Studyonov con su piano y su voz. Un hilo sedoso que apacigua. Las breves intervenciones habladas que hace el pianista ucraniano dando la réplica a Carmelo Gómez actúan con su evocador acento como una transición que reduce el drama y deja en el espectador una vaga sensación de nostalgia, cargada hoy de actualidad.

A vueltas con Lorca es un viaje lleno de belleza y amor por la obra del poeta y dramaturgo granadino. Un viaje exraordinario del que uno sale sinceramente emocionado, entendiendo que tenemos ya un pie puesto en el estribo. Solo necesitamos dejarnos llevar por el mismo gusto de vivir y partir.

Crítica realizada por Diana Rivera

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