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17.08.2022 Entrevistas  
“La legalidad no es lo mismo que la justicia”

Cristina D. Silveira dirige La tumba de Antígona, montaje de teatro-danza a partir de la enérgica reinterpretación que María Zambrano cerrara en 1967 del personaje de Sófocles, con la que el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida pone fin a la programación de su 68 edición.

La directora artística de la compañía Karlik comparte con nosotros su visión de la obra, su mirada sobre sus tres décadas de trayectoria y sus próximos proyectos.

¿Por qué adaptar la reinterpretación que hace María Zambrano del drama de Antígona y no la versión original que escribió Sófocles?
No me siento llamada a trabajar con el personaje de Sófocles, que ya ha sido reinterpretado muchas veces. Sin embargo, leo a María Zambrano y veo las imágenes que me hace sentir y que trabajar corporalmente desde la danza-teatro.

Sófocles crea un personaje universal al que María Zambrano se niega a aceptar los múltiples corsés que este le adjudicó. Visión, a su vez, filtrada por la experiencia personal e histórica de esta. ¿Marcan los tiempos actuales que estamos viviendo la producción que se estrena en Mérida?
Mientras estábamos estudiando la obra surgió la guerra de Ucrania. Nuestro propósito era no enfocarnos en la Guerra Civil, pero los conflictos bélicos no dejan de ser algo universal, todos los días escuchamos noticias de refugiados y exiliados. Parece que es un tema reiterativo, pero a la vista está que la historia sigue devorando a Antígona. Por eso hay que escucharla, generar una conciencia individual y, como ella, diferenciar lo legal de lo justo. La legalidad no es lo mismo que la justicia.

¿En qué hace hincapié esta adaptación?
Los figurines, por ejemplo, son anacrónicos. Los hay que están en el mito de Sófocles, unos refieren a la I Guerra Mundial, otros a la II, a las camisas negras… Hay un aire general de no querer concretar en ningún conflicto. Ya hubo una Antígona en Mérida dirigida por Helena Pimienta ambientada en la Guerra Civil, y no hay necesidad de volver a adentrarse en esas imágenes que recuerdas tan bien hechas. Tienes que aportar algo nuevo.

No es la primera vez que trabajas a partir de la palabra de María Zambrano, ¿qué tiene para que te fijes en ella?
No hace tanto que la conocí, lo que me provocó indignación. Me pregunté por qué no me la enseñaron cuando estaba en el instituto al igual que Ortega y Gasset u otros nombres. Descubrí que estaba más cercana a mi realidad y pensamiento a través de la razón poética. Tiene mucha relación con el sentir, y yo vengo más de ahí, de las entrañas, que del intelecto. Rompe con el racionalismo puro, busca la luz dentro de la oscuridad, su saber es experiencial y dice grandes verdades, y muy complicadas, de una forma muy sencilla.

Tu seña de identidad es la combinación de teatro y danza, ¿cuánto hay de lo uno y lo otro en La tumba de Antígona?
Trabajo con ambos lenguajes. Si llamamos teatro a lo que es texto, La tumba de Antígona tiene toda la palabra de María. Y hacer toda esa palabra cuerpo, que es la razón poética de Zambrano, está en paralelo desde el primer momento. Eso multiplica y amplifica las sensaciones y el delirio de Antígona. Por otro lado, no trabajo como coreógrafa con unos movimientos establecidos por mí. Lo llamo composición coreográfica, el movimiento tiene que venir de la emoción y de la acción, y a partir de ahí le doy una forma con la que compongo.

¿Qué supone estrenar en Mérida, en la 68 edición del Festival? ¿Dónde está previsto que se vea posteriormente esta producción?
Pensar de manera diferente. Si vienes a Mérida lo has de hacer pensando en el lugar en que el vas a actuar, sintiendo sus dimensiones, algo que es muy importante para mí viniendo de la danza. Esto supone que el trabajo que se va a ver aquí habrá de ser adaptado para ser representado en otros lugares, y eso llegará, pero por ahora nos hemos enfocado en que el texto y el espíritu de María Zambrano se vean representados acordes a las características del escenario del Teatro Romano de Mérida.

¿Qué aporta Karlik, teniendo en cuenta sus particularidades, a la programación?
Que esté presente una autora como María Zambrano, que apela y significa tanto para tantas personas con enfoques -teológicos, filosóficos…- muy diferentes. Cada uno toma de ella lo que le toca.

30 años al frente de la Compañía Karlik, aventura teatral con sede en Cáceres, ¿cómo se hace para llegar hasta aquí y seguir?
Con mucho esfuerzo. Pones tu alma, tu intelecto, hasta tu última gota y estás siempre en un hilo. Parece que siempre eres nuevo, teniendo que hacerte valer, sufriendo los mismos altibajos que la cultura en función de quien esté gestionando y gobernando. Duele, pero a veces, el que más aguanta es el que sobrevive. En este sentido, para mí es muy importante que la gente trabaje en buenas condiciones, que no se conviertan en mercenarios, sino que sientan que evolucionan en su profesión.

Gestionáis también vuestro propio espacio de exhibición y trabajo, La nave del duende, ¿qué conseguís con este puzle?
No haber desaparecido. Nos hemos mantenido cuando la compañía no daba porque la sosteníamos con La Nave del duende. Y tengo también una escuela de danza, son como tres hermanos y cuando no tiras de uno, tiras de otro.

Has realizado más 1.600 representaciones, dirigido y coreografiado más de 30 obras que han sido presentadas en 32 países, con las que ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales. ¿Qué sientes al mirar atrás? ¿Objetivos e ilusiones cuando miras hacia adelante?
Cuando miro hacia atrás significa que tengo una carrera. No lo miro con melancolía, sino que veo cómo han cambiado los tiempos. Antes hacía giras de tirarte un mes con grandes espectáculos en cartelera en Santiago de Chile o Brasil. Eso era cuando existían festivales que ahora se han convertido en ferias. Respecto al futuro, sé lo que no quiero de aquella época, he evolucionado en la forma de trabajo, más físico, con direcciones más déspotas, y ahora creo que vamos a lugares de entendimiento y de búsqueda desde otros lugares. Para mí es tan importante trabajar lo emocional como lo físico, realizar una labor pedagógica que me está ayudando a que el elenco con el que trabajo lleve conmigo más tiempo si lo comparamos con lo que veía en etapas anteriores. Hay otros lugares desde los que transmitir verdad y el reto es conectar con él e implicar en ello a todo el equipo.

¿Qué proyectos tienes en mente?
En enero estaré en el Teatro de la Comedia, encargándome de la dirección coreográfica de Segismundo. El arte de ver de Antonio Álamo. Previamente, en las Naves del Español, dirigiendo un espectáculo de teatro-danza familiar, El pozo de los mil demonios de la mexicana Maribel Carrasco. Casa a la que vuelvo, el Teatro Español, tras haber dirigido allí una serie de lecturas dramatizadas infantiles el pasado otoño. Y antes, el próximo mes, me encargaré por encargo de la Diputación de Badajoz, de la dirección de la ópera Gianni Schicchi de Puccini.

Entrevista realizada por Lucas Ferreira

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