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15.07.2022 Críticas  
Tú dices sí, yo digo no sé

Anna Moliner y Joan Negrié interpretan a una pareja que actúa y canta sobre los escenarios, como el del Teatro del Barrio en Madrid, a lar par que comparten un proyecto de vida ideado y escrito por Joan Yago y dirigido por Joan María Segura Bernardas.

En los primeros minutos de You Say Tomato suena cantada a capela por Anna y Joan una de esas canciones que hemos escuchado mil y una veces, y aun así nunca nos cansamos de ella. By saying something stupid like I love you… se puede tomar como un adelanto de lo que está por venir. Esto va de amor, del amor y del desamor, de lo que creemos que es y de lo que hemos vivido, y del desbarajuste que surge cuando confrontamos ambas versiones. Menudo desastre. O menudo error. ¿A cuento de qué nos da por compararnos? Y para colmo, lo hacemos de esa manera tan común. En lugar de ser valientes y mirar dentro de nosotros mismos, le echamos la culpa, la indecisión y la responsabilidad a él o a ella. Le hacemos culpable de quererle. Nos enrabietamos porque nos quiere. Somos unos neuróticos.

Pero bienvenida sea la locura interior si la convertimos en comedia. Joan Yago podía haberse montado un festival antropofágico a lo Quién teme a Virginia Wolf o un drama cinematográfico a lo Dos en la carretera, pero ha optado por lo meta teatral y, de paso, exponernos una versión de cuál es la realidad tras las luces y los aplausos de tantos profesionales que intentan llegar a final de mes haciéndonos disfrutar desde los escenarios. Por eso nos lleva a través de la anécdota y la preproducción de una jornada laboral cualquiera, de un bolo en un lugar sin nombre, a una reflexión sobre cómo se conjugan la vocación y los sueños con la precariedad y la frustración. Un ir y venir entre dos dimensiones y dos planos, el personal y el profesional, bien trazado, aunque con pasajes de lugares comunes y ya escuchados por muchos de nosotros.

Un fluir en el que Moliner y Negrié están espléndidos en sus cambios de registro entre la comedia, el costumbrismo y la soledad existencial, con puntos de absurdo y enredo, casi delirio, tanto en cuestiones retóricas como temperamentales y conductuales. Súmese a ello el valor que dan a la iluminación de Marc Salicrú y a la lograda escenografía y al buen trabajo de vestuario de Albert Pascual, haciendo que estos elementos se conviertan en un apoyo muy útil para su evolución narrativa y emocional. Llegado el muy conseguido final, el único pero que echarle en cara a este montaje es no haberle sacado más partido musical y bailarín a Anna y a Joan tras escucharlos cantar y verles moverse sobre el escenario como a un servidor le gustaría ser capaz de hacer. Seguiré soñando que mientras ellos cantan con voz perfectamente entonada You say tomato, yo respondo I say potato de manera desafinada.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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