El Gran Teatre del Liceu de Barcelona recupera la aclamada producción de la Die ZauberFöte de Mozart estrenada en 2003 en Londres que combina el simbolismo de la obra con las formas del cuento de hadas. Un montaje de David McVicar interpretado bajo la batuta de Gustavo Dudamel por un elenco exquisito.
Cuento infantil para algunos, profunda meditación sobre la vida y la muerte para otros, la ópera de Mozart es una obra de referencia en el mundo de la ópera. No hay nadie en el mundo que le interese o le haya interesado el género y que no conozca, como mínimo, el aria de La Reina de la Noche.
El príncipe Tamino, perdido en el bosque y asediado por una serpiente mortal, se salva de la muerte gracias a la acción de la Reina de la Noche, una madre dolorosa, la hija de la cual, Pamina, está retenida por un tal Sarastro. A cambio de salvarle la vida, Tamino tendría que ir al rescate de Pamina, y lo ayudará un torpe cazador de pájaros, Papageno, un hombre simple que solo aspira a encontrar una esposa. En el palacio de Sarastro, Papageno encuentra a Pamina –descubren que los dos buscan lo mismo: el amor–, y Tamino se cruza con Sarastro, que le ilustra en la verdad: él representa la sabiduría, la inteligencia y el bien, mientras que la Reina de la Noche es el símbolo de la oscuridad, el miedo y la irracionalidad, y por tanto era importante que Pamina saliera de su influencia. Después de someter a Tamino y a Papageno a una serie de pruebas rituales, los dos superarán su formación y obtendrán lo que buscan: amor, felicidad y conocimiento.
Estrenada en septiembre de 1791, solo dos meses antes de morir, Die Zauberföte es una de las obras referenciales de Mozart. Un clásico que recoge melodías excepcionales y arias que han traspasado generaciones. Posiblemente, muchos de los lectores se iniciaron en el mundo de la ópera con sus partituras.
La versión que podemos disfrutar estos días en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona está dirigida por Gustavo Dudamel quien, al frente de la Orquesta del Gran Teatre del Liceu, nos ofreció una interpretación distinta de una partitura de gran belleza sonora. Una pieza llena de fuerza y brillantez que el director abordó bajo una nueva visión como parte activa de la narración del cuento de hadas. La orquesta al servicio de la trama. Un personaje mas en escena que actúa como narrador de la acción aportándole un punto teatral distinto.
En lo que a la interpretación actoral se refiere, destacar la participación de Javier Camarena, quien ofreció a un correcto príncipe Tamino. Aunque el rol que interpretaba no ofrece grandes momentos virtuosos, el experimentado tenor lo abordó bajo una perfecta la serenidad que lo ayudó a crear un personaje creíble. Tamino es el personaje vertebrador de la historia y Camarena supo mantener el equilibrio y la constancia necesaria para demostrar que una gran figura internacional de la ópera puede optar por presentar un personaje delicado sin excesivas florituras.
Junto a él, la flauta nos presenta un elenco de gran nivel. Stephen Milling nos presentó un Sarastro correcto y seguro. Su presencia escénica y su tesitura perfecta nos dieron lo que se esperaba del personaje.
El barítono holandés Thomas Oliemans bordó su rol de Papageno. Versado en la comedia física, nos ofreció una actuación memorable que recordaremos por mucho tiempo. Podríamos decir que fue el rol mas aplaudido de la noche.
Lucy Crowe nos ofreció una Pamina sufridora e intensa. Experta en el papel, la actriz nos ofreció una actuación extraordinaria bajo un control vocal exhaustivo y un fraseo idílico.
Destacar también uno de los roles más esperados de la ópera, La Reina de la Noche, interpretado por la norteamericana Kathryn Lewek; quien ofreció una técnica vocal experta cuyas florituras en su aria principal se presentaron con agilidad y aparente sencillez. Aunque le faltó un punto de potencia vocal, su actuación fue más que excelente para llevarse el merecido aplauso del respetable.
Destacar también la actuación de Mercedes Gancedo como Papagena, quien bordó el personaje vocal y actoralmente. Y unas estupendas Damas de la Reina de la Noche, interpretadas por Berna Perles, Gemma Coma-Alabert y Marta Infante, que ofrecieron una interpretación muy correcta y remarcable bajo un rol que supieron jugar muy bien.
Mención especial para el Coro del Gran Teatre del Liceu, dirigido por Pablo Assante, quien nos deleitó con una interpretación extraordinaria y que, junto al Coro Infantil Amics de L’Unió, dirigidos por Josep Vila Jover, elevaron, aun mas si cabe, la calidad del montaje. ¡Bravo!
Por último, agradecer que el Gran Teatre del Liceu haya tenido la valentía de reponer la versión del 2003 que David McVicar ideó para la Royal Opera House de Londres. El vestuario, la escenografía, las luces, todo ello recrea una Flauta Mágica que se volvió icónica en su estreno y que, muchos de los aficionados a la opera hemos disfrutado hasta la saciedad en canales de streaming. Una flauta grandiosa, mágica, soñadora que sorprende desde sus inicios y que crea escenas para el recuerdo en nuestra psique. Un clásico que perdurará en nuestra mente.
Crítica realizada por Norman Marsà