La compañía Teatro En Vilo irrumpe con un espectáculo que se enfrenta a la vertiginosa tarea de procurar ocasionar un impacto de transformación desde el escenario del Teatro María Guerrero de Madrid. Blast sorprende por su originalidad y por la presencia de siete jóvenes que conquistan al público desde el primer momento.
Un encuentro que no deja indiferente a nadie y donde una de las compañías más interesantes del panorama teatral contemporáneo -fundada en Londres por las directoras y dramaturgas Noemi Rodríguez y Andrea Jiménez– logra demostrar una gran capacidad transformadora desplegando toda su artillería de diálogo colectivo, humor absurdo y poética corporal. Teatro En Vilo vuelve a apostar por espectáculos que se salen de lo común y en los que se juega con la realidad y la ficción dentro de un gran juego dramatúrgico donde cada uno construye su propia verdad y su propia historia para que todos y todas nos identifiquemos fácilmente.
El teatro no sirve únicamente para entretenernos y sacarnos de nuestra rutina sino que también es una potente herramienta de transformación social que fomenta la reflexión, la participación y el espíritu crítico con los modelos predominantes de nuestra sociedad. Me gusta mucho que el objetivo no se centre en la mera distracción y que Blast tenga la capacidad de observar la comunidad en la que estamos inmersos de un modo u otro desde un planteamiento interesante y cautivador que fomenta el debate y la obtención de una capacidad para analizar y evaluar.
Julia Adun, Nadal Bin, Conchi Espejo, Iván López-Ortega, Saúl Olarte, Álex Silleras y Alejandra Valles dotan de voz y movimiento algo que no se antoja fácil y representan con admirable frescura un texto cargado de fuerza que logra sobrecoger, en determinados momentos, al público. Todos ellos nos regalan momentos de energía interpretativa que emerge de su voz y de su cuerpo a lo largo de las dos horas que dura la función. Da gusto ver a un grupo de jóvenes tan bien compenetrados haciendo las delicias de un público que se esmera en integrar y dar sentido a la verdad ficticia resultante.
Entre “todos, todas y todes” consiguen que el ritmo no decaiga prácticamente en ningún momento aunque el mérito de esto también radica en el sencillo y dinámico espacio escénico creado por Alessio Meloni que nos traslada de una emoción a otra sin la necesidad de grandes despliegues que nos distraigan de lo verdaderamente importante. Los aspectos técnicos se complementan con mucha precisión porque el impactante conjunto visual ayuda a adentrarse en la aparentemente anárquica narración y matiza el ambiente en el que tiene lugar este cóctel explosivo de brillo, sombras y sentimientos.
Sumergirse en una función de Andrea Jimenez y Noemi Rodriguez nos reconforta a todos los que hemos ido siguiendo sus pasos en los últimos años y qué mejor ocasión que acudir a ver Blast el día que tiene lugar el encuentro con el público; pero las cosas no siempre salen como uno espera y las alarmas de la sala principal de este teatro no dejaban de sonar imposibilitando lo planificado. La actitud abierta de las dos autoras y el interés de un público completamente entregado hicieron que la calle fuera el lugar idóneo para llevar a cabo una fresca y distendida charla que supo a gloria.
Mientras la cultura de consumo masivo se suele prestar al mero entretenimiento, en esta ocasión el Centro Dramático Nacional nos da la oportunidad de saborear esta creación que ofrece la posibilidad de reflexionar y tomar conciencia sobre lo que se acaba de presenciar. Blast es necesaria.
Crítica realizada por Patricia Moreno