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16.05.2022 Críticas  
Callar o callar; esa sería la cuestión

La Villaroel de Barcelona acoge la representación de la obra L’amansi(pa)ment de las fúries, una relectura de la obra La doma de la Furia de William Shakespeare que el grupo teatral Parking Shakespeare (necesariamente) reinterpreta bajo la dirección y la dramaturgia de Carla Rovira Pitarch.

No es la primera vez que la compañía se enfrenta a este título. La obra original, La doma de la Furia, dirigida por Pep Garcia-Pascual (director artístico de la compañía Parking Shakespeare), fue la primera producción que la compañía interpretó en su teatro al aire libre (el parque de la Estación del Norte). Ahora, diez años después, Carla Rovira Pitarch hace una revisión del original de Shakespeare y se los actualiza centrándolo en la criminalización que se hace del uso de la rabia por parte de las mujeres, especialmente cuando éstas muestran su furia feminista.

La versión de Rovira nos presenta una visión rompedora y necesaria para una obra cuyo original exuda un machismo extremo que incomoda. Una historia que trata a las mujeres como simples objetos. Ellas no tienen voz, sus ideas no son escuchadas, están en el mundo para obedecer los deseos del hombre. Son, exclusivamente, algo con lo que comerciar, con lo que divertirse. La arcaica y horrible visión de Shakespeare necesitaba ser pulida con esmero por las manos de alguien que supiera como amasar dichas palabras, que las ablandara golpe a golpe (verso a verso), para adecuardas a una época actual en la que el feminismo tomara las riendas.

El montaje que Rovira nos presenta, puede dividirse en dos partes. La primera, es la más parecida a la historia original de Shakespeare, manteniendo la idea de que los hombres son los que mandan en el mundo y que, sí o sí, se debe hacer lo que ellos quieran. El autor nos presenta un texto que juega bajo una violencia extrema que, en épocas del 1564 – 1616 era totalmente normal. Aun así, iremos disfrutando de pequeñas rebeliones que nos atestiguan que algo está cambiando y que, sencillamente, acabará explotando en la segunda parte. La historia sufrirá cambios necesarios para que la normalidad sea la que todos entendemos actualmente. Ellas tienen voz, ellas saben cuidarse por sí mismas y, ningún hombre, mujer o ser rastrero, tiene nada que decir sobre sus decisiones. «Intelecto peña, intelecto».

La pieza que Rovira nos presenta tiene un ritmo endiablado que nos engancha a la butaca. Un dinamismo que hace que los personajes se muevan con facilidad entre el público, incluyéndonos dentro de la historia. Así, el espectador, ya parte interna del montaje, ayuda a crear esta furia feminista que se va cociendo a fuego lento para llegar al punto de cambio, el punto de inflexión de la obra donde todos entendemos qué pasa, porqué pasa, y lo necesario a convenir para que la obra llegue a su fin lógico.

En la parte actoral disfrutamos de un equipo inigualable formado por Andrea Artero, Adriana Garcia i Quintana, Adrià Diaz Bonet, José Pedro Garcia Balada, Enric Boixadera, Óscar Jarque, Ariadna Matas, Santi Monreal Casado, Ricard Sadurní Montell, Yolanda Sikara y Laura Vila Kremer. Todos los actores y actrices de la compañía nos presentan personajes muy bien moldeados de sus originales. Como dominantes del género de la comedia y del drama más shakespiriano, saben jugar entre ambos mundos para ofrecernos una interpretación sublime; creando una nueva versión del clásico que gozamos desde la butaca del teatro.

Es obvio que William Shakespeare fue un dramaturgo que creó obras importantes que debemos seguir escenificando en nuestros teatros. Pero, a su vez, pienso que es muy necesario que haya dramaturgos y compañías teatrales como Parking Shakespeare que sean capaces de ofrecernos una nueva visión de sus clásicos. Revisionándolos y adecuándolos a nuestros tiempos. ¡Bravas!

Crítica realizada por Norman Marsà

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