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06.05.2022 Críticas  
Señoros y señoras

El Teatro de la Zarzuela de Madrid estrena Don Gil de Alcalá, con música y libreto de Manuel Penella, ópera en tres actos estrenada en el Teatro Novedades de Barcelona el 27 de octubre de 1932.

Niña Estrella, Mitzilán (Sabina Puértolas), una huérfana mestiza, h sido prohijada por el Gobernador (Miguel Sola), quien la ha hecho educar en un convento y la destina en matrimonio a Don Diego (Manel Esteve), sin saber que Niña Estrella está enamorada de un joven militar español, Don Gil de Alcalá (Celso Albelo). Emboscadas, engaños y picaresca española a finales del siglo XVIII en la ciudad de Veracruz, Virreinato de Nueva España (México).

Asisto con una mezcla de hastío y sensación de déjà vu al nuevo estreno del Teatro de la Zarzuela confirmando que la innovación, jugueteos con la transgresión, o la renovación a la que parecía tan bien encaminada la programación se ha estancado en en la tradición, bajando la media de edad en cada función solo con el Proyecto Zarza y con los despistados o encandilados que pensaban que la zarzuela no solo era para nonagenarias.

Don Gil de Alcalá es abrir el arcón de la abuela en el pueblo, con sus polillas, ecos de alcanfor y batallitas “de cuando la guerra”. Señoritas que hablan de señores, que quieren pertenecer a señores y se deben a su señor padre. Señores que se baten en duelo con otros señores por ver amenazada su hombría, señores que recurren al pago a otros señores para atacar a otros señores, señores que ponen su destino ciego en manos de una señora. Todo lo vamos a aderezar con su dosis de racismo soft y cómico: racializadas blanquitas con su passing en la alta sociedad mexicana, imitación de acentos sin ironía, y pícaros y salerosos sevillanos escalando en la sociedad a base de picaresca.

El revisionismo debería ser un indispensable en proyectos artísticos que traen a nuestros días obras que pertenecen a un contexto histórico que dista del actual, no siendo necesario siquiera una infantilización del espectador que necesitase carteles informativos señalando todo lo inaceptable de lo que se va a representar, pero si con una comprometida dirección de escena o del propio equipo artístico (aquí la dirección musical de Lucas Macías no puede hacer nada), pero Emilio Sagi, si.

Perpetuar comportamientos y actitudes caducas en defensa de la tradición y la fidelidad que se le quiere guardar al original es como no corregir a tu abuela cuando manda a sus nietas recoger la mesa para permitir que sus hijos y marido se dediquen a fumarse un puro.

Don Gil de Alcalá tiene una partitura preciosa, como de película clásica en blanco y negro, y es lo realmente sobresaliente de una función clasicorra, aburrida, y tremendamente estática lastrada por la escenografía de Daniel Bianco.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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