La Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid acoge Villa y Marte de la compañía de teatro, humor y música Ron Lalá. Un espectáculo lleno de ingenio y textos originales con un lenguaje escénico propio, puesto al servicio de todos los madrileños que estén dispuestos a pasar una tarde inolvidable.
La afluencia de gente frente a las puertas de este centro de artes escénicas de Madrid, un buen rato antes de que comenzara el espectáculo, demostraba que Ron Lalá es una de las compañías de teatro que más fácil se lo pone a la crítica y a los espectadores y espectadoras. Únicamente hay que acomodarse en la butaca, esperar a que comience la función y todo lo demás vendrá por sí solo porque desde el primer momento te encuentras inmerso en la obra sin ofrecer ningún tipo de resistencia.
Una nave espacial viaja a Marte para colonizar el planeta rojo. Pero el capitán y su androide descubrirán que el planeta ya está habitado cuando llegan a la ciudad de Martid, donde los vecinos mutantes celebran una verbena popular castiza ante los alienígenas terrestres. Villa y Marte es una sainete musical entres actos que demuestra el virtuoso manejo del lenguaje por parte de la compañía de teatro junto a un humor desenfrenado e inteligente como ingrediente principal de este cóctel de talento. Aprovechando todo el léxico madrileño, tanto el castizo como el más contemporáneo, Álvaro Tato demuestra un admirable ingenio a la hora de elaborar este texto que la compañía convierte en diálogos ágiles y divertidos que se tornan más satíricos y mordaces según va transcurriendo la función.
Pero, no lo pasemos por alto, la verdadera columna vertebral de Villa y Marte en la gran labor de todos los interpretes, profesionales con un sobresaliente dominio tanto de la interpretación actoral como de la musical. Juan Cañas, Fran García, Miguel Magdalena, Diego Morales y Daniel Rovalher forman un elenco donde el verdadero protagonista es un colectivo que cuida al máximo la sincronización y la química para que su labor sea el motor de este dinámico montaje. Ellos saben dejarse llevar por lo inesperado mientras saltan de la prosa al verso con total naturalidad. ¡Para quitarse el sombrero!
Todo funciona como un reloj perfectamente sincronizado gracias al trabajo en equipo y al cuidado enlace de varios factores. La pericia del dramaturgo Álvaro Tato para comprometerse y conmover de principio a fin; el ingenio del director Yayo Cáceres para sacar el máximo partido a cada recurso disponible; el acierto con un fabuloso y divertido vestuario; una escenografía sencilla y muy funcional de Tatiana de Sarabia y Ron Lalá y un cuidado juego de luces de Miguel A. Camacho para gozar de un éxito más que merecido.
Qué maravillosa es la sensación de frescura cuando se ve a Ron Lalá por primera vez. Un inmejorable recuerdo que me lleva a recomendar a todo el mundo la compra de un billete directo a Marte.
Crítica realizada por Patricia Moreno