novedades
 SEARCH   
 
 

13.04.2022 Críticas  
De vuelta al teatro callejero del siglo XVIII

El Gran Teatre del Liceu de Barcelona presenta la Trilogía Mozart – Da Ponte. Tres episodios que nos presentan una excitante y fresca colaboración entre Lorenzo Da Ponte y Wolfgang Amadeus Mozart. Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte se presentan en tres funciones consecutivas unidas por una misma concepción escénica, musical y temática.

La conocida Trilogía Da Ponte está formada por tres óperas: Le nozze di Figaro (una commedia per musica en cuatro actos); Don Giovanni (un dramma giocoso en dos actos); y Così fan tutte (un dramma giocoso en dos actos). Dicho trio, compuesto por Wolfgang Amadeus Mozart con libreto de Lorenzo Da Ponte, fue creado entre los años 1786 y 1790. Aunque sendas óperas son excelentes por separado, las tres utilizan una misma y evidente afinidad temática: todas giran entorno al estímulo amoroso. A la búsqueda y oposición a la infidelidad, los celos y la lujuria. Esto hace que la idea que nos plantea el Liceu de unirlas en un ciclo operístico sea altamente interesante; ya que cada una de las óperas representa una parte del amor: la inocencia y la felicidad del primer amor, la negación del amor derrotado por la indecencia y, finalmente, la infidelidad.

Para dicha producción el Liceu ha unido un tándem de lujo. Marc Minkowski, director musical, e Ivan Alexandre, director de escena, nos ofrecen un reto ambicioso sobre las tablas del gran teatro. Presentar cuatro ciclos de las tres conocidas óperas de Mozart, bajo una propuesta basada en tempos ágiles y una escenografía que juega con la estética de la commedia dell’arte y la moderna, es un reto al que sumarse. Así, la Trilogía Da Ponte se presenta como si fueran tres actos de un mismo ciclo. Tres miradas sobre el amor que conectan el siglo XVIII con la actualidad por su carácter universal y moderno.

Para poder llevar a cabo esta hazaña, Ivan Alexandre ha decidido prescindir de decorados pomposos y sumergirnos en la época en la que Mozart y Da Ponte escribieron dichas óperas. Así, sobre el escenario del Liceu, encontraremos una estructura similar a un pequeño y funcional «teatrillo» (ideado por Antoine Fontaine) donde disfrutaremos de las óperas en un formato más callejero. Un conjunto de cortinas móviles y un escaso atrezzo se encargan de delimitar las zonas que representarán estancias, calles, prados… Todo queda al alcance de nuestra imaginación.

Pero, no solo la acción reside en el teatrillo. Sus alrededores también nos mostrarán un juego interesante. Allí vemos cómo los artistas se preparan, prestan atención a lo que ocurre en escena y reaccionan a ello. Pero, sobretodo, es la zona donde los artistas se permiten (en escasas ocasiones) romper la cuarta pared con el público, buscándolo complice. Una escenificación que atrae al respetable dentro del juego que esta compañía presenta en una acción muy bien hilada y ágil.

Resaltar también el comedido vestuario (creado por Antoine Fontaine) que, como compañía callejera de pro, reutilizará durante las tres óperas. Y la fantástica iluminación creada en conjunción por Ivan Alexandre, Antoine Fontaine y Tobias Hagström Ståhl; que nos da ese ambiente lúgubre del teatro de la época.

En la parte actoral, indicar que todos y cada uno realizan un trabajo correcto sobre la escena. Pero, bajo los focos del Liceo, he de remarcar varias apariciones que se llevaron la palma en su noche.

Empezando por Le nozze di Figaro, alabar el gran trabajo de Lea Desandre como Cherubino. Una sinceridad actoral fantástica acompañada de inocencia que tan buen sentido añade al personaje. Certera y emocionante en sus interpretaciones, Desandre nos encandiló completamente y se llevó el gran aplauso de la noche. Ana Maria Labin como Contesa de Almaviva estuvo inigualable junto a la expresiva Angela Brower como Susanna. Aun así, la palma se la llevó Robert Gleadow presentando un excéntrico Figaro.

En Don Giovanni disfrutamos, de nuevo, de un gran Robert Gleadow como Leporello y un correcto Alexandre Duhamel como Don Giovanni. Ambos llevaron el peso de la ópera junto a una excelsa Iulia Maria Dan como Donna Anna. Aun el intento de sostener la función, Don Giovanni se convirtió en la adaptación más floja de las tres.

Por último, remarcar la adaptación de Così fan tutte, en mi opinión, la mejor de la trilogía. Ana Maria Labin nos presentó una perfecta Fiordiligi que, junto a Angela Brower como Dorabella, nos mostraron que el drama y la comedia pueden encarnarse en un mismo personaje. Como grandiosa fue la aportación de Miriam Albano como Despina quien se llevó la ovación de la noche por un personaje tan bien creado como despiado. Como artífice de la artimaña, subrayar el Don Alfonso de Alexandre Duhamel quien supo jugar hábilmente con un personaje que le hizo más justicia que Don Giovanni. Por último destacar la correcta y eficiente interpretación de Julien Henric como Ferrando y Florian Sempey como Guglielmo.

Por último, quisiera acentuar el trabajo de la Orquesta del Gran Teatre del Liceu, dirigida por un excelentísimo Marc Minkowski, que supo añadir la fuerza interpretativa a sendos montajes batuta en mano. Fue un lujo verle dirigir una orquesta que estaba ofreciendo un sinfín de florituras bajo una delicada y exquisita interpretación. Todo un hito interpretar tres óperas distintas en tres días seguidos. Ya en la tercera jornada, pudimos ver a un Minkowski algo cansado y dolorido. Aun así, su dirección fue correcta y enérgica. Bravo por ellos quienes fueron ovacionados cada noche.

El Gran Teatre del Liceu de Barcelona nos ofrece estos días una trilogía que podemos disfrutar poco en nuestra ciudad. Si además, el tándem Minkowski – Alexandre nos ofrece una visión atípica e interesante que no se parece a ninguna otra que hayamos disfrutado anteriormente, la Trilogía Mozart – Da Ponte se convierte en una visita obligada que no te puedes perder. Teatro callejero del siglo XVIII en pleno siglo XXI.

Crítica realizada por Norman Marsà

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES