Supernormales de Esther F. Carrodeguas lleva varias semanas en cartel en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán de Madrid, siendo la comidilla de las redes y pudiendo convertirse en el sleeper de la temporada. Humor negro, inclusivo y marrano es la revelación en lo que va de año.
Dirigida por Iñaki Rikarte, y con Anna Marchessi, Mónica Lamberti, José Manuel Blanco, Marcos Mayo, Irene Serrano, Inma Nieto, Jorge Kent, Natalia Huarte, Emilio Gavira y Carlota Gaviño; Supernormales lo describe su autora como “un juego cómico que nos enfrenta a nuestros propios prejuicios alrededor del colectivo de personas con diversidad funcional, generados dentro de una sociedad neoliberal y patriarcal pero sobre todo 100 % capacitista en la que los cuerpos, las realidades, las necesidades y las vidas de las personas que no pueden producir al ritmo que viene impuesto no les queda más remedio que ver cómo les pasan por delante casi todes.” Y lo es. Mucho.
Todas las reflexiones lanzadas al público en voz de les intérpretes son el pensamiento colectivo de la audiencia que en pocas ocasiones se verán increpadas de forma tan inteligente con respecto al imaginario capacitasta de la gran mayoría en un aspecto como el sexo, ese que está, literal o figuradamente, enfoca de todas pero en el abstraernos a realidades físicas o fisiológicas alternativas aún nos cuesta. El uso y el abuso del cuerpo, el deseo, los kinks o hasta las perversiones que rondan a toda la población, aquí toman todo el protagonismo y nos abre los ojos a la exposición de cuerpos con diversidad funcional. Y gracias por ello.
Las reflexiones en torno al deseo son el nuevo concienciar a la población sobre el cambio climático y las políticas medioambientales sostenibles, y para ello no se cuenta con campañas en las que te regalen un Satisfyer, un dildo doble, o un culo en lata. hablo sobre esto con La Anguila de Paula Bonet sobre la mesa, que en su contraportada dice ser “(..) un libro sobre el cuerpo. Sobre un cuerpo que ama y es amado. Un cuerpo que es abusado, violentado a través del sexo y el parto, del aborto y la sangre, de la mugre. (…) sobre el deseo que traspasa generaciones, los gestos aprendidos y truncados.” Todo esto también lo es Supernormales, pero desde el bofetón y la mala baba.
Desconozco la cercanía de Esther F. Carrodeguas con la “realidad diversa” que describe, pero todo el texto rebosa de la ordinariez y lo extraordinario que acerca a la audiencia. No quiero entrar en todos los palos que toca Supernormales porque creo que entrar a la sala solo con el señuelo que ofrecen los nombres de la Gaviño, Lamberti, Gavira, Huarte y Serrano es una estrategia inteligentísima que no te prepara para todo lo que ofrecen el resto del reparto. Iñaki Rikarte y Kube Escudero como coaching de interpretación y apoyo en inclusión logran con su dirección que todo esté al servicio de la comedia y que se perciba desde la butaca la sintonía y sincronía de todo un equipo haciendo historia desde un teatro.
Fantásticas son la escenografía de Mónica Borromello, el vestuario de Ikerne Giménez, la iluminación de Felipe Ramos, la música y espacio sonoro de Luis Miguel Cobo. Los aspectos artísticos, formales e intencionales de Supernormales logran todo lo que esa película que ganó Goyas, con un discurso simple y capacitista, intentaba pero; al que se le veían demasiado las costuras de un producto de consumo bano y cumple cuotas.
En la función a la que asistí me llamó la atención que todos los aplausos improvisados durante la representación pertenecían a monólogos del reparto de “normales”, y… no se, amigues… reflexionemos sobre esto precisamente asistiendo a Supernormales. Standing ovation, y al cielo con todo el equipo, bendecidos por Jude Law vestido de Papa.
Crítica realizada por Ismael Lomana