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30.03.2022 Críticas  
Nuestra existencia

El Teatro Bellas Artes de Madrid estrena El cuidador, una obra del dramaturgo británico Harold Pinter que nos invita a reflexionar a través del humor y la ironía, de una manera ingeniosa y enigmática, sobre lo crueles que pueden llegar a ser las circunstancias y condiciones de nuestra existencia.

La obra se centra de una manera indeterminada tanto en la posibilidad de cuidar a otra persona como a la de cuidar de un piso. En ese trance transcurre El cuidador: un joven, que está siendo sometido a un tratamiento psiquiátrico, invita a un vagabundo que ha sido echado de un bar a que se aloje durante un tiempo en su casa, como poco hasta que logre solucionar sus problemas. La vivienda pertenece a su hermano, quien propondrá al necesitado ser el cuidador de esa propiedad. Digamos que es un espectáculo que más que narrarse se vive, un teatro desnudo que a veces es apacible y en otras ocasiones es amargo pero con mucha humanidad y con un transitar lento y áspero que permite que todo fluya a su debido tiempo.

Sobre las tablas tres artistas bastante conocidos: Joaquín Climent, Juan Díaz y Alex Barahona. Con la experiencia que tienen todos era sencillo pensar, antes de acomodarse en las butacas, que sus interpretaciones iban a ser el punto fuerte de la obra y mis expectativas se han cumplido al completo. Juan Climent se sube al escenario demostrando que está a la altura de este desafío: encuentra los tonos exactos para este errante protagonista que recorre caminos que van desde el melodrama hasta el expresionismo. Juan Díaz despliega todos sus recursos actorales y dibuja con su cuerpo ese trajinado rodar propio de personas con necesidades específicas. Por último, Alex Barahona sostiene de manera notable a su enérgico personaje, recorriendo los diferentes matices de este mundo tan hostil. Un elenco que responde con holgura al desafío que supone esta obra escrita por el Premio Nobel de Literatura.

La puesta en escena no podría haber estado mejor escogida. Paco Azorín y Alessandro Arcangeli son capaces de involucrar al público marcando con sutileza cada rincón de la casa donde transcurre la obra. Escenografía, vestuario e iluminación completan con soltura esta cautivadora propuesta que logra ambientar la sencillez de la vida misma y que nos permite reflexionar sobre lo que se está presenciando. Una suma de elementos que exprime los recursos del lenguaje dramático y el trabajo corporal en una obra que tiene mucho que decir.

En definitiva, actuaciones que acompañan con solidez esta interesante propuesta que se va desgranando poco a poco y que a lo mejor no todas las personas digieren fácilmente pero que a mí me resulta una de las propuestas más seductoras de la cartelera actual.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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