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15.03.2022 Críticas  
Muchas ganas de vivir

Oriol Tarrason escribe y dirige Otra Vida hasta el 27 de marzo en la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa de Madrid. Una comedia vital e inspiradora que, como su propio título revela, nos descubre cuánta energía e ilusión todavía puede conservarse por vivir, incluso cuando todo parece cumplido.

Otra Vida nos introduce de lleno en el día a día de dos jubilados, Ernesto y Mateo. Sus existencias son plácidas, ligeramente aburridas y acomodadas a las rutinas de la residencia de ancianos en la que viven. Pero todo cambia cuando una nueva residente, alocada y alegre, irrumpe en su relación desbaratando los ritmos a los que se habían acostumbrado y contagiándoles su deseo de aprovechar, explorar y disfrutar cuanto pueda darles la vida.

Oriol Tarrason ha planteado un retrato de un momento vital difícil que tiene nula visibilidad en la sociedad actual. La tercera edad nunca está de moda cuando el ritmo lo marca quien precisamente nunca está cansado. Por eso los escasos retratos sociales de la tercera edad muchas veces abundan en lo peor de envejecer. Sin embargo, Tarrason en vez de recrearse en las tristezas nostálgicas de momentos pasados o los arrepentimientos amargos, ha optado por una perspectiva luminosa. La amistad, el deseo de amar pero sobre todo una sed insaciable por ser feliz son el eje de esta comedia, que nos presenta una generación que manifiesta una pasión por vivir más genuina que la de cualquier adolescente.

El núcleo protagonista interpretado por Beatriz Carvajal, Jesús Castejón y Juan Gea es un todo magnífico sin fisuras. Sus personajes tienen inevitablemente pequeñas tristezas, conflictos con los hijos, soledades y errores, pero los tres plantean estos dramas y los desvelan con sutileza. Beatriz Carvajal construye una Marta, alias Solange, en la que su deseo por disfrutar contagia no sólo a sus compañeros de residencia, sino también a la platea. Despierta la sonrisa y nuestra mirada cómplice. Juan Gea está soberbio en este Mateo, cascarrabias y burlón, que se suma a la aventura con recelos tibios al comienzo que ceden rápidamente. La plasticidad física de su personaje es incluso visible. Sus hombros parecen elevarse y sus pies son más ligeros a medida que Solange transforma su vida. Finalmente, Jesús Castejón cierra magistralmente el trío, con un Ernesto socarrón, dispuesto a levantarse de su silla de ruedas, traficar con pastillas o unirse a un trío sexual sin grandes recelos.

Hablar de la solvencia de estos tres consagrados actores es del todo redundante, pero hay que destacar que no hay ni un pequeño titubeo en la construcción de sus personajes pese a que algo en nuestro subconsciente chirríe al pensar en estos tres actores como ancianos. No obstante, hay mucho trabajo físico, sobre todo en Juan Gea para aportar veracidad a este relato y talento, talento a raudales.

Por último, Beatriz Arjona cierra este sólido elenco en la piel de una joven enfermera entregada a sus residentes y cómplice de sus travesuras. Su personaje pone el contrapunto más amargo, introduciendo una reflexión sobre la necesidad de aprovechar el momento y la fragilidad de la vida.

La residencia de ancianos en la que viven los tres protagonistas se comporta asimismo como un espejo del ánimo que inspira la obra. Sus moradores son entrañables, curiosos, divertidos y a veces golfos. Las entradas y salidas en escena de un pequeño grupo de figurantes, interviniendo casi como un coro mudo, capturan la atención despertando nuestra risa espontánea. Reconocemos una residencia de ancianos, pero bien podría tratarse de un colegio mayor universitario.

La escenografía elegida por Gabriel Carrascal acentúa también ese carácter. El ambiente lo preside un gran ventanal por el que se asoma un jardín verde que tiñe de luz el día a día de los residentes y nos ofrece ese metafórico horizonte de libertad que todos ansían.

Oriol Tarrason presenta una dramaturgia ligera en la que prima la comedia sin ambages. El retrato de los personajes es leve, sin detalles, apenas un boceto. Las historias personales, todas ellas amargas, se asoman muy tímidamente pero se silencian rápidamente con un quiebro amable y anecdótico. Hay una aparente voluntaria intención de no recrearse en lo amargo y alejarse de profundidades que puedan matizar las razones para ese deseo de vivir que reivindica el trío protagonista.

Otra vida es, en definitiva, una comedia vocacionalmente amable y vital que aspira a despertarnos las ganas de ser felices y libres, sin perjuicio de nuestra edad. Una pieza que no pretende más de lo que da pero que ofrece una sonrisa honesta apoyada por un gran elenco.

Crítica realizada por Diana Rivera

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