El sopar dels idiotes, la exitosa comedia de Francis Veber, llega al Teatre Borràs de Barcelona para hacernos llorar de risa. La obra, adaptada por Paco Mir y dirigida por Pep Antón Gómez, puede verse hasta el 27 de febrero.
Le Dîner de cons (título original de El sopar dels idiotes) cuenta la historia de un ejecutivo que suele cenar semanalmente con amigos –todos ellos hombres de negocios– y un invitado muy particular. El objetivo es presentar, en pequeño comité, a un desconocido seleccionado para tener alguna afección que consideran estúpida. En esta ocasión, el invitado es un funcionario de hacienda con una obsesión por las maquetas gigantescas de edificios famosos hechos con cerillas y que él mismo construye. La historia se vuelve interesante cuando, horas antes de la cena, el ejecutivo sufre un ataque de lumbalgia y el invitado se presenta en su casa. Es entonces cuando, en poco rato, el funcionario consigue darle la vuelta a la vida del otro, que acaba convirtiéndose en una ruina absoluta.
La productora teatral Vania Produccions vuelve a llevar a los escenarios, más de 20 años después de su estreno en Cataluña, una nueva versión de El sopar dels idiotes. La compañía ya adaptó la obra del francés Francis Veber en 1998, y fue entonces cuando se vio por primera vez en Barcelona, en el Teatre Condal, en el marco del Festival Grec.
Esta vez, el espectáculo adaptado por Paco Mir (Tricicle), cuenta con una nueva dirección y reparto renovados. Pep Antón Gómez es el director del montaje y David Olivares, Artur Busquets, Anna Gras, Toni González, Jordi Vidal Gómez y Ariana Bruguera son los artistas encargados de animar las noches de la ciudad condal.
No he sido nunca muy fan de las comedias de situación, de esas en las que todo se tuerce y en la que todo el mundo acaba peor de lo que empieza. Siempre me han parecido previsibles y, sí, sonrío cada cierto tiempo pero no río a carcajada limpia como muchos de los espectadores que suelo encontrar en el teatro. Puede que mi disposición para ello sea distinta, que el solo traspiés fingido de un actor o actriz en escena no me sea suficiente para desparramar una risa jocosa y sonora.
Aun así, hace unos días, decidí acudir a ver un clásico. Y aunque al principio me costó entrar, he de reconocer que El sopar dels idiotes que se representa en el Teatre Borràs de Barcelona, acabó ganándome. No fue solamente el texto lo que consiguió que diera mi brazo a torcer. Fueron también los actores y actrices que interpretaban una obra cuyo ritmo frenético marcado por su director acabó haciéndome gesticular con las manos hacia mitad de la función. Recuerdo ese momento en el que, en un momento crucial del espectáculo, pensé: «¡Dios mío! ¡No es posible! ¿En serio?». Ahí dije: «Me acaban de atrapar».
El ritmo que Pep Antón Gómez, su director, imprime en el espectáculo es sencillamente perfecto. Sabe jugar con la impaciencia llegando a presentarnos un ritmo enajenado pero, a su vez, también sabe como destensarlo entre escenas para que nuestra mente descanse y se prepare para lo que viene.
Por otro lado, como decía anteriormente, el gran aplauso de la noche se lo llevan los actores y actrices del espectáculo: David Olivares, Artur Busquets, Anna Gras, Toni González, Jordi Vidal Gómez y Ariana Bruguera. Aunque todos ellos hacen papeles que consiguen atraparnos bajo su manto de verdad, hay tres de ellos/as que se llevan al público de calle: Ariana Bruguera, Jordi Vidal Gómez y Artur Busquets. Ellas/as son magnéticos en escena. Atrapan nuestras miradas constantemente y nos hacen llorar de risa. Su trabajo, medido al milímetro, hace que disfrutemos de escenas en las que cargan a sus personajes al límite para hacerles estallar en el momento perfecto en el que tienen al público atrapado. Todos ellos nos dan grandes momentos en escena que recordamos días después de la función. ¡Espectaculares!
En resumen, podría decir que El sopar dels idiotes es una de las obras más divertidas que hay actualmente en cartelera. Y, efectivamente, nadie debería perdérsela. Yo, incluso, estoy pensando en repetir…
Crítica realizada por Norman Marsà