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11.02.2022 Críticas  
Los vientos del cambio

El Teatre Nacional de Catalunya en Barcelona presenta La casa del dolor; una obra de Víctor Sánchez que retrata la inquietante vida detrás de la imagen de una familia perfecta. Con interpretaciones de Antonio Escámez, Amparo Fernández, Julia Genís, Lina Lambert, Pol Monen y Carlos Sanjaime.

Una familia se reúne para cenar en honor de Juli, el hijo, que ha finalizado sus estudios de piano. Han preparado un festín. Pero Juli no se presenta. Ante esta desaparición, cada familiar afronta la situación de manera diferente: la madre buscará consuelo y ayuda, el padre saldrá en busca de los lugares que frecuentaba y la hermana se encerrará en casa rodeada de melodramas y benzodiacepinas. Los caminos de cada uno entrarán en un laberinto onírico, cómico y sorprendente a través de los cuales descubriremos los fantasmas de una familia que parecía modélica.

La casa del dolor de Víctor Sánchez es una obra que promete mucho en su inicio pero que, a medida que avanza, no ofrece una historia o aliciente que nos enganche a la butaca. Personajes cargados de secretismo y odio, una oscuridad casi palpable, una familia de billeteras llenas, deseos inconfesables que desean escupirse en la sobremesa… todo ello llena un buen cóctel de inicio que no llega nunca a derramarse sobre el escenario.

El planteamiento inicial es atrayente. Juli, el hijo pródigo de la familia, el preferido de los gemelos, desaparece el día que finaliza sus estudios de piano como el primero de la clase. El que sigue todas las directrices familiares sin rechistar, el que toca el piano, el que «escribe poemas… todo lo hace bien» (como dirían en la LODVG). Pero bajo esa fachada de chico perfecto, algo no va bien. Tras celebrar con los amigos, Juli no se presenta a la cena sorpresa que su familia tiene preparada para él. No falta ni un mini-piano de hielo para conmemorar la efeméride. Un viento fuerte de cambio irrumpe en la estancia familiar y su madre, asustada, empieza a buscar culpables de su no-vuelta. Toda la familia parece tener parte de culpa en esta fuga.

A mi parecer, el planteamiento onírico de la obra y el texto de base -en ocasiones demasiado presuntuoso- hace que la obra en sí pierda la fuerza que parece tener en sus inicios. Las actuaciones de Antonio Escámez, Amparo Fernández, Julia Genís, Lina Lambert, Pol Monen y Carlos Sanjaime son espléndidas; de eso no hay duda alguna. Aún así, a excepción del papel de Júlia, interpretado por Júlia Genís, cuyo personaje tiene un amplio trasfondo con el que jugar actoralmente; me sorprende que los personajes que más acabe recordando sean dos de los más pequeños, ambos interpretados por la actriz Amparo Fernández.

El gran acierto de la obra está, sin duda, en la escenografía de Max Glaenzel y la iluminación de Mingo Albir. Esta conjunción técnica nos ayuda a entender de una manera muy clara cómo es realmente esta «familia de bien». Su inicio de clara ostentación monetaria irá cambiando poco a poco mientras sienten el miedo por la desaparición de su hijo. Como dice el refrán: «Ay… si las paredes hablasen». En La casa del dolor éstas parecen hacerlo y nos mostrarán la destrucción de una familia, la tensión que se masca de fondo, el continuo ahogo de sus protagonistas bajo el subyugo del miedo interno. ¡Bravo! Por último, destacar también el vestuario ideado por Adriana Parra, quien nos muestra en un solo segundo la psique de cada uno de los personajes en escena.

La casa del dolor de Víctor Sánchez es una obra donde los secretos sobrevuelan la escena y, aun finalizar la función, muchos de ellos quedan en el aire sin respuesta; dejando al público confuso tras un viento de cambio.

Crítica realizada por Norman Marsà

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