Oriol Broggi da una vuelta de tuerca al teatro y traslada el escenario habitual de La Perla 29, en la Biblioteca de Catalunya, a la sala del Cinema Aribau de Barcelona. Resucita, una vez más, a Hamlet, príncipe de Dinamarca, creando Hamlet Aribau, para volver a enseñarnos la famosa tragedia de Shakespeare desde otro lugar.
Esta nueva experiencia que el director ha diseñado une tres disciplinas artísticas (teatro, cine y música) en una sola ofreciendo al espectador la oportunidad de disfrutar del clásico desde una perspectiva diferente. La universalidad de la obra de Shakespeare permite aunar la historia con guiones de cine o temas musicales mucho más recientes que la primera, creando así un montaje particular que mantiene la quintaesencia de Broggi y la huella inequívoca del teatro de La Perla.
Aunque Broggi ya ha jugado anteriormente con el mundo audiovisual en sus obras, en esta ocasión puede deleitarse con una pantalla de cine de verdad. Broggi, por un lado, recurre al Western, a Kurosawa, a Chaplin o a Star Wars para incorporarlos a la dramaturgia de Hamlet y por el otro a Bowie o a Dire Straits, entre otros, para crear el ambiente musical. Creo que, en este caso, es mejor explicar poco y que el público vaya y descubra por sí mismo la sensación de disfrute de un montaje de esta originalidad. Además, Hamlet Aribau cuenta en la parte técnica con nombres habituales del teatro de Broggi, como Francesc Isern, Pep Barcons y Damien Bazin que garantizan éxito al conjunto.
Sobre las tablas, un elenco que es un auténtico lujo. Guillem Balart se erige como uno de los nombres más interesantes dentro de la escena teatral catalana actual, no solo por este Hamlet Aribau sino por trabajos anteriores como Carrer Robadors o Assedegats. Su labor en este clásico reafirma sus dotes interpretativas, la entrega con la que trabaja, su capacidad actoral. Es un regalo al espectador sentir su intensidad a metros del escenario. Otro regalo es poder ver a Marc Rius y Sergi Torrecillas juntos de nuevo. Los descubrí en el montaje de Boscos hace unos años, de la misma compañía, y disfrutar de ese triángulo artístico otra vez y percibir la comprensión entre actor y director es formidable. Una no se cansa nunca de verlos a ambos, ya sea en sus proyectos personales o como parte de otras compañías. La Ofelia de Elena Tarrats es también un acierto. Tarrats, en sí misma, es siempre acierto. Su elegante dicción, la forma de despojarse de su persona para transformarse sobre el escenario y su extraordinario don musical, que comulga a la perfección con el estilo Broggi, la convierte en la mejor elección. Carles Martínez, Míriam Alamany y Toni Gomila son el resto de intérpretes igualmente potentes que hacen que la platea se levante en ovación al terminar, cosa que tanto le cuesta al público en Barcelona.
Este Hamlet Aribau es toda una experiencia. Es innovación, manteniendo el carácter del teatro y el alma de una compañía. Imagino a Broggi ante la tumba de Shakespeare diciendo: «Con todo el respeto, Maestro, déjame traer tu Hamlet al siglo XXI». Es seguir una línea que sabemos que no falla. Es metateatro, teatro en el cine, cine con teatro. No creo que se me borre jamás de la retina ese final. La fusión de La danza de la muerte de El séptimo sello de Bergman. Es regalarnos un poquito más de vida al espectador mientras ves como se le roba la vida a los demás.
Crítica realizada por Diana Limones