Los Teatros del Canal de Madrid estrenan la que presentan como una de las grandes obras recientes de la escena francesa, Una historia de amor. Alexis Michalik dirige la versión en español de su propia creación, una ficción que lucha por mantener el equilibrio entre la comedia y el drama con un reparto que varía según los días.
Hay amor, pero también muerte. En esta función sucede como en la vida, el pasado persigue a sus protagonistas y el futuro no se presenta como un horizonte por construir sino como una amenaza ante la que prepararse. Lo blanco torna negro y lo tranquilo en inquietud y agobio. Ellas se conocen, se enamoran y deciden embarazarse. Pero antes del fin de los nueve meses todo se viene abajo y cada una por su lado, hasta que la de la guadaña llama a capítulo a una de ellas.
Un viaje que podría ser emocionante, sensible e íntimo, pero en el que Una historia de amor se queda en la superficie de su forma. Comienza como una sucesión de gags más que creando una atmósfera que nos empape de la utopía de su título y progresivamente deriva en la hipérbole de la desgracia y la injusticia del destino. En el lado positivo está que no renuncia a despertar sonrisas, pero lo hace de manera fácil, optando por la recurrencia del contraste en lugar de impregnarnos con la lluvia fina de su supuesta verdad.
Claro que el teatro no tiene porqué ser un calco de la vida, que hay convenciones que le separan para después acercarle a su esencia, pero en esta ocasión se queda en simplificación. Va tan de cabeza a su supuesto destino que lo que vemos resulta insulso. ¿Posibles motivos? Quizás el ritmo pim, pam, pum de su acción, y lo directo de sus diálogos, tan sin filtros ni rémoras, tan desnudos e impactantes, que no acierto a encontrar su autenticidad. No ayuda el continuo movimiento sobre el escenario, con los intérpretes entrando y saliendo a la par que desplazan y colocan los elementos que crean las diferentes escenografías concebidas por Juliette Azzopardi, iluminadas por Arnaud Jung y complementadas por el vídeo de Mathias Delfau.
Tiene sentido que esté concebido así, pero como dentro de mí no se produjo el click inicial que me hiciera conectar con su narración y su propuesta formal, viví toda la función con la distancia que me separaba del escenario. No sé si Alexis Michalik habla español, pero se me antoja pensar que ha trasladado tal cual el montaje que estrenó en enero de 2020 en París, imponiendo la forma sobre el fondo. Y lo que funciona en un idioma y ante un determinado público no tiene por qué hacerlo necesariamente en otra lengua y en otras coordenadas culturales.
Punto de partida que no se lo pone nada fácil a los actores, les deja poco margen para hacer suyos a los personajes que les toca interpretar. Pero aún así, logran demostrar que son capaces y salen airosos del reto. En la función del estreno, junto a Loreto Mauleón estuvieron Silma López y Félix Gómez como protagonistas, y por Almudena Cid -breve, pero siempre brillante- encarnando a varios secundarios y la niña Teresa Cordero. A priori, en la mitad de las funciones, Silma se alternará en su papel con Aura Garrido, y algunos días menos Félix con Nacho López. No creo que el resultado sea diferente, me temo que esta historia de amor, como tantas otras en torno al latir del corazón, promete más de lo que ofrece.
Crítica realizada por Lucas Ferreira