Llegan Los Barbaros Lobato & Rojas al SURGE y a Nave 73 con su tercer montaje. Después del éxito de los anteriores ahora nos interpelan con Martirio. Una ficción sobre la fea de las hijas de Bernarda Alba, ante la tumba de su madre. Un intenso monólogo entre la poética y el misticismo, brillantemente abordado por Alba Enríquez.
La Casa de Bernarda Alba termina con una orden inapelable de la madre. Se ordena luto y silencio. De ahí en adelante solo podemos imaginar la vida de las hijas de Bernarda, tiñendo todas las ropas de negro riguroso y sin asomarse a la calle. En este texto creado por Julio Rojas jugamos a elucubrar que ocurre con una de esas hijas cuando fallece el árbol troncal de esa familia, cuando la madre yace bajo el mármol. El montaje se centra en Martirio, la fea, la contrahecha, la que desde que nace vive bajo el peso del nombre que le otorgaron.
Martirio, de luto, frente a la tumba donde descansa Bernarda. ¿A qué va Martirio a la tumba? Va a muchas cosas, a desquitarse, a contar al aire secretos jamás confesados, a escupirle a su madre los sueños que espera cumplir y que no cumplirá, pero por encima de todo Martirio va a la tumba a descubrir quien es ella sin su madre.
Durante poco más de una hora, Alba Enríquez nos mostrará las aristas de un personaje que se libera. En un cuadro que puede recordar a la viuda de “Cinco horas con Mario”, pero que es mucho más visceral y descarado. Alba encarna a una Martirio que hace removerse en la tumba a la madre fallecida. Martirio está encerrada y explota. No llora, pues está vacía, no siente necesidad de llorar, pero si tiene necesidad de saber quien es y eso pasa por romper el silencio impuesto, pasa por desobedecer.
La escenografía, sencilla pero efectiva. Una tumba de mármol negro y una luz que baña los sueños de Martirio. La música de Alberto Torres “Malalengua” hace el resto.
El binomio Lobato & Rojas vuelve a dar en el clavo, y con un montaje en apariencia más sencillo que los anteriores consigue momentos de gran belleza, con sentencias que suenan como verdaderos puñales. Mucho tiene que ver en ello, sin lugar a discusión la entrega de Alba Enríquez para dibujar a esa anodina mujer que se descubre llena de rencor, de rabia, de aspiraciones.
Se acaba de estrenar en el marco del SURGE y estará unas funciones más en Nave 73. Estoy convencido que volverán. La mirada inundada de lágrimas con la que he salido de la sala una espectadora me han reafirmado en que el montaje remueve y le queda mucho por remover.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau