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28.09.2021 Críticas  
Paral·lel era una fiesta

La Sala Mirador de Madrid comienza la temporada contando con Secun de la Rosa en Las piscinas de la Barceloneta, un monólogo sobre nuestra memoria histórica más actual, que narra esa primavera arcoíris en la Barcelona del ‘77. Farándula, putas, maricones y barrio bajo comparten espacio, confidencias y reivindicaciones desde la periferia.

Sebastián Alonso Roca (Secun de la Rosa) nos recibe y guía en esta exposición organizada para recordar y dar voz a las luchadoras barcelonesas combatiendo por sus derechos en una protodemocracia fascista en la que las libertades individuales y los derechos humanos seguían siendo herederos de la represión franquista y la cerrazón de una sociedad sufriendo las secuelas de “40 años de paz”. Sebastián nos guía desde los arrabales hasta los límites de una ciudad preparada para la expansión en la que un oasis de sal junto al mar Mediterráneo marcará su vida en la última de Las piscinas de la Barceloneta.

Dirigida, escrita e interpretada por Secun de la Rosa, Las piscinas de la Barceloneta podría ser el prólogo de aquel «Los años rápidos» en el Teatro del Barrio del 2017, una vuelta al hogar en el 1999 a ese extrarradio que describió “(…) después de sufrir un impacto emocional muy grande, sobretodo por lo inesperado de ver un documental sobre la Barcelona del extrarradio y cómo era la vida de la clase obrera, en especial los chavales hijos de emigrantes, y su adaptación a la nueva Catalunya que florecía.”, según palabras de Secun sobre ese montaje. Las piscinas de la Barceloneta es un retorno al pasado, ya no a un hogar, aunque esa pileta de agua salada fuese un refugio, un referencia y un lugar al que volver, en soledad o con la Rosamari.

Secun de la Rosa ha construido un montaje al que acercarse a ciegas le viene estupendo ya que es un paseo de la mano de un anfitrión que se siente cálido, cercano y entrañable desde su llegada a la escueta escenografía, y que transita al espectador por cada uno de los cuadros que componen un texto sencillo, accesible, y que se siente improvisado y muy próximo a la conversación con un conocido al que hace mucho que no ves y que cuenta episodios de su vida según le van viniendo a la cabeza. El punto en el que la narración describe esa imagen en el periódico, que tan presente tengo yo mismo desde hace casi dos años, fue el bofetón de realidad en el que reparé en la historia que Sebastián me estaba contando.

Reconozco en el texto retazos de personas reales, y hasta en la historia del protagonista por todos los documentales en los que me he ido empapando, como Sebastián en la piscina de sal, en todos los chapuzones de activismo y memoria de unos sucesos actuales y aún sepultados por las hondanadas de hostias y toneladas de vergüenza que sus protagonistas aún hoy sienten, y cuyos testimonios se vayan con ellos. Ser consciente de lo que se cocía en Barcelona en tiempos de la Ocaña, todo ello a la sombra de La Modelo, cuya visita recomiendo encarecidamente como homenaje a todas las que fueron encarceladas por solo ser, en un intento de “aniquilar lo diferente”, y que sobrevivieron (o no) a las violaciones, palizas, malos tratos y destierros.

No son muchos los montajes que transiten por estos caminos de piedra que nos acerca Secun de la Rosa, y durante la representación no dejaban de venirme a la cabeza imágenes vívidas de un fantástico proyecto audiovisual que como ya hizo «Arde Madrid», acercase al público a estos fantásticos y trágicos personajes que fumaban cigarros con mucho humo, desfilaban en tacones por el borde de la piscina, y se recomendaban todas esas sombras de la ciudad por las que transitar para disfrutar de los placeres que el Paral-lel ofrecía.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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