El céntrico Teatro Reina Victoria de Madrid acoge Tartufo, una versión actualizada del clásico de Molière que, en esta ocasión, versiona y dirige el dramaturgo Ernesto Caballero. La comedia que asegura colarse entre uno de los mejores estrenos de esta temporada que acaba de comenzar.
Tartufo, la gran obra de Molière, en el punto de mira de cualquier aficionado al teatro porque muchos años después de su estreno no pasa de moda. Una referencia teatral sobre la falsa devoción y la hipocresía que utiliza la bondad de los demás en su propio beneficio. Ha habido, hay y habrá Tartufos en todas partes.
Nos encontramos frente a una versión actualizada y traída a nuestra época para que la historia que el dramaturgo, actor y poeta francés pretendía contar en aquella época sea más fácil de comprender. Pero todo es demasiado cristalino, se quiere ofrecer tan masticado, que en determinados momentos se echa de menos un poco de confianza sobre la capacidad de reflexionar de manera crítica de los espectadores y espectadoras. Está claro que lo principal sucede sobre las tablas pero también es importante hacer que el público sea capaz de reconocerse y de identificar situaciones cotidianas en lo que se está representando. Aquí radica el único punto débil de esta versión de Tartufo pero no quita que la función se disfrute con verdadero placer.
Los personajes de Molière suelen ser modelos sólidamente construidos que tienen la capacidad de transformarse en escena. El actor Pepe Viyuela realiza un trabajo excelente, puedo decir, sin miedo a equivocarme, que sostiene con firmeza cada una de las escenas en las que aparece. Y da la sensación de que lo hace sin sacrificio, con una naturalidad y una versatilidad asombrosas. Paco Déniz interpreta notablemente al único miembro de la familia que es engañado hasta límites insospechados. Silvia Espigado se desenvuelve realmente bien con su personaje y va ganando fuerza y seguridad a medida que transcurre la función. María Rivera demuestra que con su desparpajo y espontaneidad es capaz de dotar de frescura a esta obra que en los momentos en los que pretende ser más contemporánea adquiere un transitar bastante más lento. Completan el reparto Germán Torres, Estibaliz Racionero, Jorge Machín y Javier Mira. Este último no logra convencer del todo y a mí me alejó del mensaje que la función pretende transmitir.
Dejando a un lado las interpretaciones, la acertada y sobria escenografía, a manos de Beatriz San Juan, permite que nos adentremos en lo que va sucediendo sobre las tablas sin que nada nos distraiga de lo verdaderamente importante. Todo bien acompañado por una correcta iluminación de la que se encarga Paco Ariza y que dota de fuerza e intensidad todo lo que ocurre sobre las tablas.
En definitiva, Ernesto Caballero acierta con esta versión y logra acercar los personajes al público presente en el patio de butacas pero, por el contrario, no deja que la obra campe a sus anchas por todo el teatro y las conciencias porque cuanto más fuerza tiene la parte contemporánea, menos nos invita a analizar minuciosamente lo que se está representando en teatro Reina Victoria.
Tartufo es, sin ninguna duda, una apuesta segura para comenzar la temporada teatral.
Crítica realizada por Patrícia Moreno