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01.07.2021 Críticas  
Un espectáculo redondo que no debes dejar pasar

Dentro de la programación del Grec Festival Barcelona, La Barni Teatre presenta La Filla del Mar. Uno de los dramas más conocidos de Àngel Guimerà se convierte en un nuevo musical, un espectáculo multidisciplinar que combina texto, canciones y movimiento para explorar conceptos como la identidad y la diferencia.

La Filla del Mar, que puede verse en el Teatre Condal de Barcelona, cuenta la historia de una niña, única superviviente de un naufragio en el que mueren sus padres, que llega a las playas de un pueblo de la costa. Àgata ha crecido como hermana de Mariona acogida por su familia, pero esto no ha evitado los conflictos derivados de la discriminación y la resistencia de la comunidad a incorporar la diferencia. Ella no es como ellos. Ella no es normal. Un día, la reciente vuelta a la comunidad de Pere Màrtir, se convertirá en el objeto de discordia amorosa que desencadenará una tragedia y hará aflorar las envidias en un entorno social hostil.

Con la complicidad de Jaume Viñas como dramaturgo para este proyecto, Marc Sambola, Marc Vilavella y Gracia Fernández, directores artísticos de La Barni Teatre, nos presentan una historia para preguntarse y preguntarnos de qué manera tratamos a quienes consideramos diferentes. Cómo condiciona esto nuestra identidad en el entorno social en el que vivimos y por qué nos comportamos de la manera que lo hacemos.

Quien conozca el trabajo de La Barni Teatre, puede asegurar que es sinónimo de genialidad. Sus montajes son tan cercanos a la perfección que una crítica no les es necesaria más que para darse a conocer al poco público que aun no les ha abierto sus corazones. En sus montajes se respira la pasión, el mimo y el control perfeccionista que, en definitiva, imprime la palabra calidad en sus montajes.

No dudo en absoluto que Marc Vilavella, Marc Sambola y Gracia Fernández son el trío perfecto para llevar a cabo la mejor adaptación musical de La Filla del Mar. Una adaptación difícil que, en ocasiones, se puede volver vertiginosa al reconvertir y musicalizar un clásico casi intocable de Àngel Guimerà. Años atrás (Septiembre, 2019) queda la primera versión del musical que la compañía levantó en els Lluïsos d’Horta y que, ahora tanto ha cambiado y evolucionado. Empezando por el fantástico cartel que nos recibe a las puertas del teatro creado por artista Zuhaitz San Buenaventura, pasando por la perfecta escenografía y vestuario de Jordi Bulbena y Marc Udina, la hipnótica coreografía de Teresa G. Valenzuela y finalizando por un espectacular y brillante elenco. Esta nueva producción de La Barni Teatre se merece programarse hasta la eternidad.

Empezando por los intérpretes, no puedo más que deshacerme en elogios hacia Clara Solé. Verla en escena es absolutamente impactante. Se nota el duro trabajo de búsqueda y creación que impregna en su personaje. Clara brilla en escena aunque en ese momento no sea protagonista. Esos momentos de calma que tiene en pequeños puntos del texto en los que su personaje sueña despierto, hacen tus ojos se pierdan en ella. Magnética, siempre está presente; y eso es algo muy difícil de conseguir. Pero cuando Clara Solé se la juega es en los puntos álgidos de su personaje. Esos vaivenes entre sentimientos que navegan entre la felicidad y la duda, de duda a rabia, de rabia a la extenuación completa. Esos cambios hacen que Clara Solé se merezca la gran ovación que se le da al final del espectáculo. La mejor Àgata que La Barni Teatre podría haber encontrado. ¡Brava!

Junto a ella, encontramos a Toni Viñals y Mariona Castillo. Ambos tienen personajes que interactúan directamente con Solé para crear la línea argumental principal del musical. El trabajo en escena de ambos es fantástico. Empezando por Viñals, cuyo papel de rompecorazones le va que-ni-pintado, el actor realiza un perfecto trabajo como Pere Màrtir. Es de alabar el cambio que realiza su personaje de un chulesco principio hasta su magnífico final. Como cambia, como evoluciona, como se deja llevar con la historia para presentarnos a un personaje que empieza de una forma muy concreta y que, finalmente, la historia nos lleva a descubrir a otro totalmente distinto. Pere Màrtir no es un personaje con el que encariñarse fácilmente, pero Toni hace que así sea.

Lo mismo ocurre con Mariona Castillo y su personaje de mismo nombre: Mariona. En este caso, la antagonista de Àgata brilla en un magnífico segundo plano. Si bien es cierto que estoy acostumbrado a ver y disfrutar del trabajo de la actriz como principal protagonista en los musicales en los que participa, debo señalar que su impecable trabajo en La Filla del Mar está donde debe estar. Tanto es así que no la reconocí en su primera aparición en escena. No supe ver que Mariona Castillo estaba allí hasta su segunda o tercera aparición. A mi parecer, un gran logro por su parte ya que cede el punto de visión a Àgata hasta que su personaje, el tercero en discordia, entra definitivamente en acción. Y, cuidado, porque la acción puede escribirse en mayúsculas. El cambio que su personaje realiza es progresivo, controlado y muy bien estructurado en el tiempo para que la historia que presenta crezca poco a poco pero en una progresión constante. Como juega con la mente del personaje, con ese Pepito Grillo interno que la anima a explotar contra lo que está viendo venir. Pero, a su vez, como el personaje duda, se arriesga, cree y sufre a partes iguales.

Acompañando a los tres intérpretes principales, encontramos a Arnau Puig, Albert Mora, Irene Jódar Garcia, Gracia Fernández, Candela Díaz Sanz y Xavi Casan quienes interpretan a los habitantes del chismoso pueblo pescador en el que nos encontramos. Con una interpretación de 12, todos ellos presentan unos personajes que se hacen entender, querer y odiar por momentos. Y es que, una de las líneas argumentales de la historia de Guimerà aborda en el libro, es de qué manera tratamos a quienes consideramos diferentes. Esta línea argumental se basa casi exclusivamente en ellos y sus chismorreos de patio de colegio. Ellos representan a la sociedad. Ese tipo de sociedad que habla a tus espaldas, que te pone buena cara y luego te apuñala, que te acepta cuando estás cerca pero te niega a los demás cuando no estás presente; esa sociedad cruel que impregna nuestro mundo y que no conseguimos erradicar.

Ellos y ellas llevan el ritmo de la obra navegando desde el descubrimiento, a una parte cómica excelente y un final impactante. Denotar el segundo acto de la obra cuando esta pasa a ser exclusivo teatro de texto cómico en el que todo ellos brillan a un alto nivel. El trabajo rítmico de la escena que se para a explicar (en formato flashback) cómo Àgata llega a su nivel de rabia e incomprensión y que nos introducirá el tercer acto y desenlace de la obra, es de lo más meticuloso y celebrado por el público. Bravo por la dirección actoral y la comprometida actuación del gran grupo porque este cuadro de la obra es sencillamente hilarante y bello.

Y no me gustaría finalizar este comentario del elenco sin aplaudir el trabajo de interpretación musical que realizan junto a Marc Sambola (guitarra en mano). Ellos interpretan en directo la banda sonora del espectáculo. Albert Mora al piano, Irene Jódar Garcia al violín y Candela Díaz Sanz a la percusión, nos dan un preciado extra que no puedo más que agradecer. Integrar a la banda en escena cuando todos ellos son personajes importantes que no descansan entre cuadros es algo difícil de sincronizar y ellos lo superan con nota. Gran trabajo de dirección musical y orquestación de Marc Sambola y Óscar Peñarroya; respectivamente.

Por la parte técnica, me gustaría recalcar la grandiosidad de la escenografía y vestuario creado por Jordi Bulbena y Marc Udina. Un simple pero efectivo muelle pesquero ofrece a la obra todo lo necesario para introducirnos en la historia y disfrutar de las localizaciones que allí se plantean. Lo mismo ocurre con el vestuario; simple pero efectivo que junto a la caracterización de Núria Llunell nos traslada a un creíble pequeño puerto pesquero catalán. Si a todo esto le sumas la iluminación creada por Jordi Berch, el espectáculo no puede ser más redondo. Empezando por la sorpresiva revelación inicial de la escenografía (sin necesidad de telón), hasta la proyección de las olas del mar que constantemente llenan la escena y el revelador e impactante final que nos encoge el corazón.

Las representaciones de La Filla del Mar en el Teatre Condal de Barcelona no son más que 10 exclusivos días dentro de la programación del Grec Festival de Barcelona. Las entradas ya están prácticamente agotadas pero estoy seguro que La Barni Teatre y Focus van a poner todo por su parte para que este espectáculo siga su camino y que, próximamente, vuelva a la ciudad condal (si es que no inicia una gira por Cataluña). Así que estate atento a nuevas informaciones.

En definitiva, no puedo decir más que La Filla del Mar es un espectáculo redondo que no debes dejar pasar.

Crítica realizada por Norman Marsà

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