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03.06.2021 Críticas  
Más brillante que el sol

Ocaña, el icono gay de la Barcelona de la transición, precursor de todo tipo de vivir y entender el mundo, vuelve a la ciudad condal. El gran éxito Ocaña, Reina de Las Ramblas aterriza en el Teatre Condal en voz e interpretación de Joan Vázquez con música de Marc Sambola y dirigido por Marc Rosich.

Ocaña, Reina de Las Ramblas es un espectáculo musical donde Joan Vázquez se pone en la piel del icono gay de la Barcelona de la transición, precursor de toda una manera de vivir y entender el mundo.

El espectáculo, que ha ganado varios premios como el Premio de la Crítica 2019 al Mejor Musical, Premio de la Crítica 2019 al Mejor Intérprete de Musical, Premio Teatro Barcelona 2019 al Mejor Musical y el Premio Teatro Barcelona 2019 al Mejor Intérprete de Musical, llega al Teatre Condal de Barcelona para disfrutar de una corta temporada (del 1 al 6 de Junio de 2021).

Ocaña, Reina de Las Ramblas está escrito y dirigido por Marc Rosich. La visión de homenaje reivindicativo que Rosich me imprime se siente solo empezar la función. Como los buenos (y macerados con cariño) productos escénicos, Ocaña, Reina de Las Ramblas nos presenta una historia redonda cuya puesta en escena hace que quieras saber más y más del personaje y de su vida.

Rosich trae una historia muy bien estructurada cuyos giros mezclados con la fuerza del personaje, las canciones y el mismo actor, que en ocasiones abandona el personaje para explicar parte de la historia desde un punto de vista externo, hacen que no apartemos la mirada de una escena que encandila. Una escena que en ocasiones hace reír, disfrutar, cantar e, incluso, llorar.

Tras haber disfrutado de este redondo trabajo en escena, debo matizar que: decir que Joan Vázquez se pone en la piel de Ocaña es muy poca prosa para la sensación vivida anoche en la butaca del Condal. Vázquez no se pone en su piel, no se enfunda sus zapatos, no se pinta el rostro y transforma su apariencia. Lo que Joan Vázquez realiza en escena solo puede llamarse genialidad. Él se convierte en otra persona. Él es Ocaña y todo su ser invade el escenario. La esencia del artista viaja a través del tiempo y del espacio para, cual poltergeist, aferrarse a un nuevo cuerpo y explicar su historia, su vida y su muerte, a una sociedad que aún lo seguiría llamando incomprendido y rarito.

Lo que anoche pude disfrutar en el Teatro Condal de Barcelona fue electrizante. Hacía tiempo, mucho tiempo, que un personaje no me atrapaba con tanta facilidad y no me soltaba hasta em final. Alabar el trabajo de búsqueda, de documentación y de entendimiento de un personaje icónico para la ciudad condal y que, ahora, por fin recibe su homenaje; su merecido aplauso.

Por otro lado, este recital teatralizado a ritmo de copla no sería lo mismo sin la música y el virtuosismo de Marc Sambola. Las palabras en primera persona del carismático pintor naif se combinan con la mágica interpretación guitarra en mano de Sambola mientras la voz de Vázquez canta clásicos como Ojos verdes, El dia que nací yo, Tatuaje, Yo soy esa, Canción Muerta o Romance a Ocaña; entre otras.

Por la parte técnica del espectáculo, destacar cuatro ramas. Empezando por el magnífico y cambiante vestuario de Joana Martí Y la caracterización de Txus González; quienes nos acercan aún más a ese Ocaña reivindicativo y libertario cuya ropa y maquillaje decía y expresaba tanta o más que su labia.
La sencilla pero impresionante iluminación de Sylvia Kuchinow que nos transporta entre épocas, algunas más oscuras y otras más alegres, de la Barcelona post-dictadura y cuyos matices infunden profundidad a la pequeña escenografía. Magníficos contraluces en algunos finales de canciones que resaltan aún más la historia contada.
Por último, alabar el trabajo de movimiento que Roberto G. Alonso ha creado para el espectáculo presentando a un Ocaña todoterreno que no cae en la parodia sino que, aun llevándolo al punto más álgido, se vuelve real y cercano al público materializando su alma sobre el escenario.

Dicen que Ocaña era un artista y un revolucionario … pero cualquier cosa que se diga de Ocaña queda corta. Lo mismo ocurre con este espectáculo. No deben perdérselo por nada del mundo. Mis reverencias y standing ovations a todo el equipo por un trabajo tan bien hecho y calculado.

Crítica realizada por Norman Marsà

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