Complejo montaje el que ocupa la Sala Principal del Teatro María Guerrero de Madrid estos días. Marco Paiva dirige una adaptación a partir del Calígula de Albert Camus firmada por Clàudia Cedó. Calígula murió. Yo no es un alegato a la integración y un grito por la diversidad.
Una compañía de teatro está ensayando el Calígula, cuando el director desaparece dejando el proyecto a medias. Tiempo después el director, hostigado por unos sueños, decide reemprender el proyecto, afirmando y afirmándose en que será el mejor montaje teatral visto en años. Vuelve al teatro donde se realizaban los ensayos, pero su talante ya no es el mismo. Maltrata a la compañía, desprecia a los actores e instaura una serie de cambios que causan la rebelión de los integrantes de la compañía. Ese director acaba siendo un Calígula.
Clàudia Cedó ha escrito un texto resolutivo. No olvidemos que esto es un texto a partir de la obra de Albert Camus. La Cedó escribe unos textos originales que son pura emoción. Ahí están ejemplos como La perra en el descampado o esa Madres de azúcar que ojalá llegue a Madrid. El conjunto cobra interés a partir de la aparición del actor “normal” para interpretar a Calígula. De ahí en adelante el montaje alza el vuelo y atrapa.
El elenco está formado en mayor parte por actores y actrices con alguna discapacidad, dotando al conjunto de una magia especial. Sin apelar al buenismo, todos hacen un trabajo espectacular. En el papel principal destaca Jesús Vidal, quien consigue ser un malvado de catálogo. Destaca también Ángela Ibañez a quien también vimos brillar hace poco en Tribus. Ninguno se queda atrás, e impresiona la cohesión y la conexión. Salta a la vista el enorme trabajo realizado.
La escenografía es otro de los puntos fuertes de la obra. Firmada por José Luis Raymond, nos lleva a un espacio infinito, transformándose en el palacio del mismo Emperador. Bellos y sugerentes momentos entre flores y frutas.
La propuesta requiere de un esfuerzo por parte del espectador. Una atención indivisa para comprender el texto, ya que este va del portugués a la lengua de signos. Esfuerzo, que una vez superado cierto desconcierto inicial, es más que recompensado.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau