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19.05.2021 Críticas  
A veces, las sombras son mas curativas para el alma

El Teatre Gaudí de Barcelona presenta hasta el 6 de junio el musical de pequeño formato La vida en pedazos. Una historia dura dirigida por Xènia Reguant y Patricia Paisal, e interpretada por Marta Ribera, Marc Flynn, Clara Altarriba y Dídac Flores que proclama que la verdad está por encima de cualquier camino hacia la felicidad.

Carolina es una mujer que vive encerrada en sí misma desde que su marido le pidió el divorcio, pero no está sola. Sus hijos la acompañan. Quieren que su madre recurra a la ayuda profesional para que pueda superar la depresión, pero ella se resiste. A lo largo del camino descubrirán que los pedazos de los que se compone toda su vida esconden secretos inesperados. La vida en pedazos es una obra que reclama el derecho a descansar antes de continuar la marcha. Un espectáculo cercano, de pequeño formato, con música en directo donde el reflejo de una peculiar constelación familiar será el eje de la historia.

El musical original creado por Suerte en mi vida Producciones cuenta con libreto de Sergio Toyos y música original de Dídac Flores Rovira. Ambos nos presentan un espectáculo que habla de las relaciones que formamos dentro del núcleo familiar. De cómo la vida puede cambiar con el tiempo, de la (co)dependencia, del cuidar de los nuestros y de estar ahí para todo y para todos. Pero, también, nos habla de los secretos que en ocasiones se esconden y se enquistan durante años. Esos secretos que duelen y que alargamos contar llegando a crear incómodos silencios familiares que acaban convirtiéndose en resentimiento y dolor.

La exhaustiva dirección de Xènia Reguant, junto a Patricia Paisal, es fantástica en ritmo. No solo en las partes en las que la historia avanza con rapidez o cuándo nos muestran las peleas familiares y argumentos que surgen en escena, sino por esos marcados silencios en los que notamos el sufrimiento que arrastra dicha familia monoparental. Ese pulso escénico que sentimos cada vez que la historia avanza es adictivo y hace que nos adentremos cada vez más en una historia que nos atrapa.
Destacar también el trabajo de movimiento escénico creado junto a Amaya Galeote, quien imprime en la obra un carácter de búsqueda continua y una necesidad de avance que compite con la misma historia. Destacar el hipnótico movimiento en la canción en que madre e hijo «pelean» por explicar a la hija menor la historia completa. No solo por el movimiento en sí, sino por lo que este representa en barreras comunicativas y, sobretodo, mentales. Muros que debemos sobrepasar pero que, internamente no queremos (o no podemos).

En la parte interpretativa podemos disfrutar de cuatro monstruos/as de la escena catalana: Marta Ribera, Marc Flynn, Clara Altarriba y Dídac Flores (quien, a su vez, también se encarga de la dirección musical). Todos ellos nos sorprenden gratamente bajo un texto que no se lo pone fácil.

Marta Ribera es un as en el drama. Marta lleva toda su vida haciendo musicales y eso nota. Ya no solo vocalmente, cuyas partes están llenas de sufrimiento y desesperación (aunque el micrófono le fallara durante toda la tarde y no pudiésemos disfrutar las letras completamente), sino que ella empodera el dolor familiar y lo hace suyo. Durante toda la obra podemos disfrutar los alti-bajos de un personaje roto por dentro. Nuestros ojos no pueden más que mirarla cada vez que «sencillamente» cruza la escena o se deja morir en el sofà. Su sufrimiento se irradia al público quien, aun no saber el origen de su tremendo dolor, empatiza con ella y se deja arrastrar por su espiral de desesperación.

Junto a Marta, disfrutamos de Clara Altarriba. Clara, es la columna vertebral de la obra. ELLA (sí, en mayúsculas) es la estrella de un musical que irradia incomprensión, duda, alegría, desesperación… Ella recoge todos los sentimientos del mundo y los transforma en una actuación impecable que recordaremos durante mucho tiempo. Vocalmente arrasa con diferencia. Ese posicionamiento, ese anclaje vocal, esa seguridad en escena. Se siente cómoda y se nota. Escena en la que aparece, es escena que roba. Un placer disfrutar de una trabajo tan redondo y perfecto. ¡Bravo!

Marc Flynn interpreta al hijo de la familia. Al chico que, como siempre ha marcado el patriarcado, ha «abandonado» a su madre a suerte de su hermana (la chica) para que la cuide mientras él se labra una carrera. Él no vive en casa, hace tiempo que se ha marchado y, aunque no quiere reconocerlo, desde que su padre marchó ha soñado con alejarse de la cárcel de dolor que su madre irradia. Por libreto, la carga emocional de su personaje no es la misma que la de su hermana. Él, catalizador de la historia, no la sufre tanto como los demás. Aun así, es un gusto ver a Marc Flynn en escena. Su buen hacer, su seguridad e, incluso, su barba de señor serio y trabajador que intenta sobrevivir en un mundo difícil, hace que empaticemos con su personaje. Un personaje que ayuda a avanzar la historia paso a paso y del que tanto disfrutamos.

Por último, llegamos a Dídac Flores Rovira; la apuesta segura y eficiente de un musical de pequeño formato. Acostumbrados a disfrutarle en escena y en el piano a partes iguales, en La vida en pedazos no podía ser menos y nos trae lo mejor de sí mismo en ambas partes. Un lujo verle tocar, llevar y adecuarse al ritmo escénico, controlar los efectos y tocar, tocar y tocar con la seguridad que lo caracteriza. Pero, sorpresa, Dídac también encarna a un pequeño pero importante personaje en escena. Profesor de piano, a la par que psicólogo frustrado, Dídac Flores nos presenta un personaje cercano y real con el que empatizar. Reconocemos a ese amigo que escucha y opina con intención de ayudarte en lo máximo posible. Un personaje muy bien construido que comprendemos en un tiempo récord y del que tomamos cariño rápidamente. Él le impregna ese sentimiento de cercanía, de cuidar de los demás, de sinceridad absoluta, de darse por todos y para todos. Un gran trabajo para un personaje que aparece poco y que nos gustaría poder disfrutar más.

Finalmente, me gustaría destacar dos de las partes técnicas de la obra: escenografía y vídeo. La primera de todas, realizada por Anna Piqué y Jordi Bulbena es una delicia. Un mini-piso mucho mejor organizado de los que podemos encontrar por la ciudad condal, consigue mostrarnos la desesperación de una madre angustiada y ya descuidada con la vida que decide, incluso, guardar los zapatos en la nevera. La desesperación se palpa en el ambiente y en todos los rincones escondidos de la escena. ¡Bravo! Y, en la parte de video, felicitar a Albert Farré que nos muestra una estampa idílica donde pondremos cara al marido de Carolina y algún que otro personaje mas. Muy bien conseguido el balance entre la vida que el video nos muestra y la vida que Carolina ha decidido emprender. Un contraste necesario de mostrar que nos ayuda a entender aun más la historia.

La vida en pedazos es un musical diferente y necesario con grandes interpretaciones que te arrastran dentro de una historia dura que merece ser contada. No todo en el musical debe ser luz y color. A veces, entender las sombras son más curativas para el alma.

Crítica realizada por Norman Marsà

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