El Maldà ha confiado de nuevo en Epidèmia Teatre para ofrecernos Mistela Candela Sarsuela. Un musical que confronta las incongruencias del formato y la temática de las obras originales a día de hoy para transformarlas, desde dentro de sí mismas, y convertirlas en un divertimento que nos acerca a lo que suponían las piezas para el público de entonces.
Serafí Pitarra y Eduard Vidal i Valenciano. Del primero se utilizarán Si us plau per força (1866) y El punt de les dones (1864). Del segundo, La Gran Sastressa de Midalvent (1970). A partir de ahí, la dramaturgia de Sílvia Navarro, Gemma Sangerman y la propia compañia juega con acierto las cartas de la parodia y la mirada nostálgico-romántica para crear un espectáculo que también adapta la partitura y la musicalidad mediante los arreglos de Joel Riu. Como ya sucedió en 9 to 5. El musical, veremos cómo se puede confrontar la misma obra a partir de una contextualización aproximativa y formal optimizada y acorde a los tiempos que corren. A pesar de las diferencias entre ambas piezas, encontramos un trasfondo común como es el tratamiento de género, la conciliación del trabajo y la vida doméstica, el empoderamiento de la mujer…
De algún modo se muestran obras y autores que reflejaban lo popular y cotidiano pero que al mismo tiempo perpetuaban una visión y estereotipo y se les da la vuelta. Una re-escritura que corta y puntea hasta confeccionar con habilidad y sentido del humor una pieza muy bien vestida, como no podía ser de otra manera siendo modistas y costureras nuestras protagonistas. Desde la dramaturgia se hace un ejercicio con las palabras similar al que hacen los personajes con las telas y sus sentimientos, destacando y poniendo en valor el folclore (y por extensión las artes escénicas) desde la dignificación del oficio y lo artesano. Resulta imposible no pensar en el musical She Loves Me (1963) al asistir a esta función. No tanto por la música de Jerry Bock o las letras de Sheldon Harnick (ni siquiera por el libreto de Joe Masteroff) como por el espíritu contagioso que ambas piezas transmiten al público. En aquella ocasión se adaptaba El bazar de las sorpresas (The Shop Around the Córner, Ernst Lubitsch, 1940). Como los últimos revivals de Nueva York y Londres demuestran, la ironía en el tratamiento de los personajes y sus reacciones prueban que se puede actualizar desde el examen y la equiparación, también desde las decisiones de dirección, algo que Sangerman acomete con éxito.
Las bromas, dobles sentidos, juegos de palabras y guiños son constantes y atemporales. En este sentido, la dirección musical de Riu se esparce también con los estilos musicales integrando y abarcando un amplio espectro de géneros y reflejando levemente y con sutilidad la evolución de la música popular, algo que las interpretaciones recogen con soltura. A este respecto, el trabajo de Aida Llop, Mireia Lorente-Picó, Lluís Oliver i Joan Sáez es delicioso y se convierte en la mejor baza del espectáculo. En el espectro cómico-irónico funcionan a la perfección, así como en esa absorción y emanación de un romanticismo idealizado y de radionovela y su evocación absoluta y al mismo tiempo adecuada a una mirada actual. Interpretación más que completa en la que el registro vocal y en la integración de las coreografías de Anna Rosell. Una hilvanación estupenda de candidez y cachondeo que eleva la pieza y la catapulta al éxito formal y conceptual. A destacar su buen entendimiento tanto con Riu como con Oriol López Calle (segundo pianista que ha alternado varias funciones), así como con el ritmo marcado por la dramaturgia y dirección.
El recreo se completa gracias a la caracterización de Anna Marquès y la escenografía, iluminación y vestuario de Mariona Signes y Sergi Cerdán. Esta «vestimenta» se articula e integra en la concepción y resultado final del espectáculo de un modo orgánico y con un diseño realmente agraciado. Piezas de ropa nos remiten a una estética que bien podría salir de la ya citada She Loves Me remezclada con la serie televisa Velvet (Ramón Campos y Gema R. Neira, 2013). Objetos de utilería funcionales y al mismo tiempo retocados con detallismo y que se añaden al juego intertextual (el rótulo luminoso, por ejemplo) y cambios de luces que favorecen unas «apartes» que permiten confrontar esta doble temporalidad de la propuesta.
Finalmente, propuestas como Mistela Candela Sarsuela son ejemplos claros de la situación de un sector en el que si algo falla no es en ningún caso la inquietud y calidad profesional de artistas e intérpretes. Independientemente de la magnitud logística de los espectáculos que crean y protagonizan, demuestran talento, ilusión, entrega y una capacidad inquebrantable de entroncar con un público propicio y agradecido. Factores que no entienden de «formatos» y que los sitúan a ambos muy por encima de la capacidad o posibilidad de una industria que en muchas ocasiones debería mirar con más cariño y humildad hacia espacios y compañías como las que nos ocupan.
Crítica realizada por Fernando Solla